“Almas de Metal” (1973) es una joya de ciencia ficción que, a pesar de su modesta popularidad actual, merece ser reivindicada como una obra inteligente y atmosférica. La película de Robert Mitchell no se limita a un simple thriller futurista; se inmiscuye en una reflexión sobre la realidad, la artificialidad y la naturaleza de la amenaza.
La dirección de Mitchell es, sin duda, uno de sus mayores aciertos. La construcción del "Parque de la Vida" es meticulosa y convincente, un universo paralelo donde la recreación histórica se ha llevado al extremo. La paleta de colores, con predominio de tonos sepia y dorados, acentúa la sensación de irrealidad y nostalgia, evocando la propia antigüedad de las zonas simuladas. Observamos con detenimiento la atención al detalle en la ambientación: desde la arquitectura de la Roma Imperial hasta la indumentaria del Oeste americano, todo contribuye a la inmersión del espectador en estos mundos artificiales.
El reparto es notable. Richard Benjamin, como Peter Martin, ofrece una actuación sencilla pero efectiva, representando la inocencia y la vulnerabilidad frente a la creciente tensión. James Brolin, por su parte, maneja con naturalidad el papel del protagonista preocupado, transmitiendo la angustia ante la amenaza inminente. Sin embargo, la verdadera estrella de la película es Yul Brynner, quien encarna al pistolero mecánico con una intensidad palpable. Su interpretación es glacial, fría y despiadada, convirtiéndose en la encarnación perfecta del peligro insondable. Brynner consigue que el robot no sea simplemente un villano, sino un símbolo de la falta de control y la implacable lógica de la máquina.
El guion, escrito por Walter Newman, no se queda en la mera acción y persecución. A medida que la trama avanza, se plantea preguntas inquietantes sobre la naturaleza de la realidad y la diferencia entre la simulación y la verdadera experiencia. La película es consciente de su propia naturaleza artificial y, a través de la locura que se desata en el parque, explora la posibilidad de que la línea entre lo real y lo simulado se difumine hasta desaparecer. El ritmo, aunque pausado en algunos momentos, contribuye a la atmósfera claustrofóbica y opresiva, generando una sensación de inquietud constante. No se trata de una película de acción vertiginosa, sino de una historia que se construye lentamente, con una tensión psicológica que se acumula hasta el clímax final.
En resumen, “Almas de Metal” es una película que trasciende su género y ofrece una experiencia cinematográfica memorable. Es un hito de la ciencia ficción de bajo presupuesto, un estudio reflexivo sobre la condición humana y una lección sobre los peligros de la tecnología descontrolada.
Nota: 7.5/10