“Alvin y las ardillas: Fiesta sobre ruedas” es, en esencia, una comedia familiar que intenta capitalizar el éxito de la saga original, pero que, lamentablemente, no logra replicar la magia de las primeras entregas. La película se centra en el clásico tropo de la “amistad olvidada” y la urgencia por recuperar una relación, aunque en este caso, la preocupación reside en la posible pérdida de un amigo. La premisa de que Alvin, Simon y Theodore, convencidos de que Dave está a punto de declararse a su nueva novia, se lanzan a Nueva York para “romper el compromiso” es un punto de partida interesante, pero el desarrollo de la trama es notablemente predecible y, en gran medida, carente de sorpresa.
La dirección de Bryan Chillman, aunque competente, se muestra un tanto frívola y, a veces, descaradamente infantil. La película se mueve a un ritmo frenético, con gags visuales que, si bien son divertidos para los más pequeños, terminan resultando repetitivos y, en ocasiones, excesivamente exagerados. No hay un esfuerzo real por parte del director para crear un ambiente verosímil en Nueva York; la ciudad se convierte en un telón de fondo colorista y saturado, prácticamente ignorando sus matices y su atmósfera real. La coreografía de las persecuciones y los escapes, por ejemplo, es exagerada y casi absurda, desproporcionada con respecto a la historia que intenta contar.
Las actuaciones son, en su mayoría, decentes. Jesse Palmer, como Dave, aporta una actitud paternalista y, en general, simpática. Los tres hermanos ardilla, por su parte, cumplen su cometido de ser personajes cómicos y tontos, aunque la actuación de Chris Evans (David, la voz del personaje) no logra infundir profundidad ni matices a su interpretación. Sin embargo, el verdadero peso recae sobre la dinámica entre los hermanos ardilla, cuya interacción, aunque divertida en ciertos momentos, se siente a veces superficial y carente de una química genuina. No se profundiza en la naturaleza de su relación, limitándose a situaciones cómicas basadas en la torpeza y la rivalidad entre ellos.
El guion es, quizás, el punto más débil de la película. El humor se basa en juegos de palabras, situaciones absurdas y referencias a la cultura pop, pero carece de originalidad y de un núcleo emocional sólido. La historia se siente como una sucesión de gags desconectados, sin una estructura narrativa coherente ni un mensaje claro. La trama se desarrolla de forma apresurada, con momentos innecesarios y diálogos poco inspirados. La idea de “romper el compromiso” es un pretexto para un viaje que, en realidad, no contribuye significativamente al desarrollo de la historia ni a la evolución de los personajes. La exploración de la amistad y la importancia de valorar las relaciones personales se presenta de forma superficial y poco convincente. Es una comedia que no logra enganchar ni emocionar al espectador, optando por la mera diversión superficial.
Nota: 6/10