Amityville II: La posesión (1982)

“Amityville II: La Posesión” no es solo una secuela, es una reafirmación de la fórmula del terror psicológico que la convirtió en un clásico de los 80, aunque con una ejecución que, con el paso de los años, deja de ser inquietante para convertirse en un mero ejercicio de clichés y jump scares baratos. La película se centra en la familia Sullivan, recién llegada a una mansión aislada en Long Island, una casa con un pasado oscuro y una atmósfera que, a pesar de los esfuerzos del director Kevin Williamson, no logra transmitir una verdadera sensación de inquietud. La historia se basa en la repetición de patrones que ya se habían establecido en la primera entrega, pero sin la sutileza y el trabajo de construcción de suspense de la original.

La dirección de Williamson es funcional, pero carente de imaginación. Las secuencias de posesión, que son la carne de la película, se construyen con un uso excesivo de efectos especiales y movimientos exagerados, perdiendo la gracia que el horror debe tener. El uso del VHS y las grabaciones de video, que sí funcionaban en su contexto original, ahora son simplemente un recurso obsoleto y poco efectivo. El juego de luces y sombras es básico y no logran generar una atmósfera opresiva. Se intenta enfatizar la locura, pero la ejecución no lo consigue, causando más risa que temor. El contraste entre lo familiar y lo horrible se diluye, lo que disminuye el impacto emocional.

El reparto ofrece actuaciones decentes, aunque ninguna destaca particularmente. Jeremy Jackson, quien interpreta al hijo poseído, se ve desbordado por el papel y sus expresiones se ven forzadas. Los padres, interpretados por James Brady y Sandahl Bergman, realizan sus tareas con profesionalidad, pero no logran transmitir la angustia y el terror que su personaje debería sentir. El papel del exorcista, interpretado por Richard Montgommery, es breve y no tiene la profundidad necesaria para generar una conexión con el espectador. El cura, en lugar de ser un faro de esperanza, se muestra más como una figura burocrática que sigue un protocolo, lo que resta credibilidad a la trama.

El guion es el punto más débil de la película. La trama es predecible, llena de clichés del género y con diálogos poco naturales. Las motivaciones de los espíritus malignos son vagas y poco convincentes. El uso de elementos sobrenaturales es arbitrario y a menudo sin una justificación lógica dentro del universo de la historia. La resolución, que debería ser un momento de alivio, se siente apresurada y poco satisfactoria. Además, la película se basa excesivamente en la violencia gráfica, un recurso que, en la actualidad, puede resultar contraproducente y alejar al espectador. Se siente como una copia barata de “El Exorcista” sin la maestría narrativa o la profundidad psicológica de la obra original. Es un intento fallido de explotar el éxito de la primera película, sin ofrecer ninguna contribución significativa al género.

Nota: 4/10