Anatomía de una caída (2023)

“Anatomía de una caída” es una película que se aferra a la ambigüedad con una tenacidad casi obsesiva, y eso, a mi juicio, es tanto su mayor fortaleza como su punto débil. La dirección de Florian Henckel von Donnersmarck, conocido por sus obras con atmósferas densas y personajes complejos, logra crear un ambiente de paranoia y creciente incomodidad que te absorbe desde el primer minuto. No es una película de acción, ni un thriller convencional; se trata de un descenso lento pero inexorable hacia la desesperación, donde la verdad es un espejismo distante y la certeza se desvanece gradualmente. El uso del paisaje alpino, imponente y despiadado, funciona como una metáfora perfecta del estado emocional de Sandra, aislada y envuelta en la niebla de una tragedia incomprensible.

Lena Olin, en el papel de Sandra, ofrece una interpretación magistral. No se trata de una mujer fácil de comprender, y Olin captura esa ambigüedad con una sutileza increíble. Su Sandra es frágil, manipuladora, atormentada por su pasado y atrapada en un ciclo de autodestrucción. Olin no recae en clichés de personajes femeninos consumidos, sino que muestra a una mujer que lucha por mantener la cordura en un mar de sospechas. Su mirada, a menudo vacía y distante, es más que suficiente para transmitir la confusión y el miedo que la carcomen. Samuel Finney, como su marido, aporta una presencia inquietante, un misterio envuelto en una calma perturbadora. La química entre ambos es palpable, alimentando la incertidumbre sobre el pasado de la pareja.

El guion, adaptado de la novela de Patrick Süskind, es inteligente y meticulosamente construido. La narración no es lineal, sino que se despliega a través de recuerdos fragmentados, diarios y entrevistas, creando una sensación constante de desorientación. El ritmo es deliberadamente pausado, permitiendo que la tensión crezca lentamente. La película juega con la perspectiva, dejando al espectador constantemente cuestionando quién está mintiendo y qué verdades se ocultan tras la fachada de la realidad. Sin embargo, a veces la insistencia en la ambigüedad se vuelve un poco excesiva, llegando a sentirse algo artificial y, en ciertos momentos, incluso frustrante. La representación del juicio, aunque bien ejecutada, podría haber sido más dinámica y dramática, perdiendo un poco de su impacto en comparación con la atmósfera general.

En definitiva, “Anatomía de una caída” es una película que requiere paciencia y una mente abierta. No ofrece respuestas fáciles, sino que se centra en explorar la complejidad del ser humano, sus secretos, sus contradicciones y su capacidad para el engaño. Es una experiencia cinematográfica perturbadora y memorable, que te obligará a reflexionar sobre la naturaleza de la verdad y la fragilidad de la memoria. Un estudio psicológico impactante y una exploración del amor y la traición que permanece con el espectador mucho después de que los créditos finales hayan rodado.

Nota: 8/10