“Ángeles y demonios” es, en esencia, una pieza de entretenimiento visualmente deslumbrante y narrativamente rebuscada que, si bien ofrece momentos de genuino suspense y un ritmo adictivo, carece de la profundidad y la complejidad que su premisa inicial sugería. Dan Brown, en su habitual estilo, nos entrega una novela en forma cinematográfica, donde la erudición histórica se mezcla con giros argumentales, persecuciones trepidantes y, por supuesto, un considerable componente de misterio.
La dirección de Ron Howard es competente, logrando mantener la tensión en gran parte de la película. Las escenas de persecución, especialmente aquellas que involucran la arquitectura de Roma, son espectaculares y bien coreografiadas. Sin embargo, la estética de la película, aunque cuidada en la producción, a veces se siente demasiado artificiosa, apelando a un gusto por lo dramático y lo grandioso, más que a un realismo convincente. La banda sonora, intrincada y llena de referencias musicales, es un elemento importante para construir la atmósfera, pero a veces se siente como un artificio, intencionado a intensificar la experiencia, aunque sin aportar una nueva dimensión.
La película destaca por las actuaciones de su reparto. Tom Hanks, como Robert Langdon, ofrece una interpretación fiable y accesible, manteniendo la actitud intelectual del personaje sin caer en la arrogancia. Irene Adler, interpretada por Daphne Keen, añade una vitalidad refrescante al equipo, y Ben Foster, en su breve pero impactante papel, irradia intensidad y amenaza. Sin embargo, la relación entre Langdon y Vittoria Vetra, interpretada por Eva Green, es el motor principal de la trama y, a pesar de la química entre las dos actrices, la dinámica entre ellas resulta algo plana y carente de la profundidad que se podría haber explorado.
El guion, como es habitual en las obras de Dan Brown, está plagado de información histórica, citas religiosas y referencias a la simbología. Si bien esto atrae a los aficionados al género, también puede resultar abrumador para el espectador casual. La trama, en general, es predecible, con múltiples pistas y falsas pistas que, aunque divertidas, no contribuyen a generar una verdadera sensación de sorpresa. Se intenta construir una conspiración global, pero el desarrollo de la trama se siente apresurado, sacrificando la credibilidad y el desarrollo de los personajes. Los momentos de “eureka” son frecuentes, pero a menudo se sienten forzados y poco convincentes, producto de la necesidad de mantener el ritmo narrativo. La crítica a la Iglesia Católica, aunque presente, se presenta de forma superficial, más como un telón de fondo que como un elemento central del conflicto.
En definitiva, “Ángeles y demonios” es un thriller intelectual entretenido que, si bien cumple con las expectativas de un filme de Dan Brown, no alcanza el potencial que le dicta su premisa. Es un espectáculo visual y un disfrute momentáneo, pero no deja una impresión duradera.
Nota: 6/10