Anna Karenina (2012)

Joe Wright ha vuelto a demostrar su maestría en la adaptación de obras literarias con 'Anna Karenina', una película que no solo es una representación visualmente deslumbrante, sino también una interpretación profunda y, en ocasiones, sorprendentemente visceral de la novela de Tolstói. La película no se limita a trasladar la historia al cine; busca captar la esencia del conflicto interno de Anna, un personaje atormentado por su deseo y su responsabilidad social, creando una experiencia cinematográfica que resuena en lo emocional.

Keira Knightley ofrece una interpretación particularmente conmovedora de Anna. Lejos de la imagen superficial de la socialité de la alta sociedad, Knightley logra transmitir la fragilidad y la intensidad de un alma en crisis. Su Anna es vulnerable, apasionada y, en ocasiones, hasta desesperada. No se trata de una heroína romántica, sino de una mujer que se enfrenta a la devastadora realidad de su propio deseo y a las limitaciones impuestas por una sociedad represiva. La cámara la sigue en sus momentos íntimos, capturando la belleza de sus expresiones y la fuerza de sus emociones, logrando una conexión genuina con el espectador.

Jude Law como Alexei Karenin proporciona una contrapunto necesario al frenesí pasional de Anna. Su interpretación es más sutil, pero igualmente poderosa. Law interpreta a un hombre atrapado en sus propias convenciones sociales y morales, incapaz de comprender la fuerza del deseo que consume a su esposa. No es un villano en el sentido tradicional, sino un hombre confinado por las expectativas de su época. Aaron Johnson, por su parte, ofrece un retrato fresco y ambiguo del joven conde Vronsky. Su interpretación evita caer en la caricatura del galán superficial, mostrando un joven impulsivo, lleno de contradicciones y, quizás, un cierto arrebato juvenil que lo lleva a enamorarse perdidamente de Anna. La dinámica entre los tres actores es fundamental para el éxito de la película, generando un ambiente de tensión constante.

La dirección de Wright es impecable. Si bien el ritmo de la película puede ser pausado para algunos, es precisamente esta lentitud la que permite a la audiencia sumergirse en la atmósfera opulenta y sombría de la Rusia del siglo XIX. Las escenas de baile, los escenarios grandiosos y la fotografía, con sus tonos apagados y contrastes dramáticos, crean un ambiente que engulle al espectador. Sin embargo, a veces, la exuberancia visual puede restar importancia a la complejidad emocional de la historia. La banda sonora, aunque evocadora, a veces interfiere con la delicada sutileza de ciertas escenas. No obstante, la película logra mantener un equilibrio entre la grandiosidad visual y la intensidad emocional, ofreciendo una experiencia cinematográfica que es a la vez hermosa y devastadora.

En definitiva, ‘Anna Karenina’ es una película ambiciosa y visualmente impresionante que se adentra en la psique de una mujer que desafía las convenciones sociales. Es una adaptación cautivadora que honra la obra original de Tolstói, aunque con el riesgo de, en ocasiones, sacrificar la intensidad del drama por el esplendor de la producción.

Nota: 8/10