“Annie” es una película que se presenta como una invitación a la nostalgia, un intento de revivir un clásico musical, pero que, en última instancia, resulta ser más un ejercicio de marketing dirigido a un público infantil con un ligero interés en la corriente del hip-hop y el glamour de la alta sociedad. La película, adaptada a la época moderna y musicalizada por Jay-Z, busca modernizar la historia original de Annie, pero la actualización, aunque visualmente atractiva, no logra la profundidad emocional ni el encanto del material fuente.
La dirección de Will Gluck es competente, manteniendo un ritmo rápido y visualmente estimulante, especialmente en las escenas musicales. Utiliza una paleta de colores vibrante y una fotografía cuidada que evoca el lujo y la opulencia de la Nueva York moderna. Sin embargo, la dirección carece de una verdadera audacia y se apega demasiado a las convenciones del género musical, sacrificando a veces la sutileza y la experimentación por el simple placer de ofrecer números musicales grandilocuentes. Las coreografías son fluidas y bien ejecutadas, pero a menudo se sienten desprovistas de la vitalidad y la pasión que caracterizan a los musicales clásicos. La banda sonora, a cargo de Jay-Z y otros artistas, es interesante pero a menudo se siente forzada, como si estuvieran intentando imponer su marca en un contexto que no les pertenece totalmente.
Las actuaciones son un punto fuerte de la película. Abigail Breslin, como Annie, logra transmitir la inocencia, la alegría y la tenacidad de su personaje. Su carisma es contagioso y su química con Tim Robbins, que interpreta al millonario Daddy Warbucks, es genuina y conmovedora. Tim Robbins, a pesar de la ligera caricaturización de su personaje, ofrece una interpretación sólida y emotiva. Ejecuta el arco de transformación de Warbucks de manera creíble y, paradójicamente, es él quien demuestra ser el verdadero catalizador del cambio para Annie. La galería de secundarios, incluyendo a Jessica Chastain como la severa Miss Hannigan, aporta variedad y humor a la trama. No obstante, algunos personajes secundarios se sienten planos y unidimensionales, relegados a roles meramente cómicos.
El guion es donde la película sufre más. La trama es predecible y se basa en clichés del género. Si bien intenta abordar temas como la pobreza, la redención y la importancia de la familia, lo hace de una manera superficial y sin profundizar en las complejidades de las situaciones. La historia de Annie, en su esencia, es sobre un niño que necesita un hogar y un adulto que aprenda a amar, pero la película a menudo se pierde en las elaboradas tramas secundarias y en los artificios del espectáculo musical. Las relaciones entre los personajes se sienten forzadas y la resolución del conflicto principal es poco satisfactoria. El subtexto social, que podría haber enriquecido la narrativa, permanece en la superficie.
En definitiva, “Annie” es un entretenimiento ligero y visualmente agradable, pero carente de la profundidad y el impacto emocional que esperamos de una película musical. Es un ejercicio de branding más que una obra cinematográfica memorable.
Nota: 6/10