Año uno (2009)

“Año Uno” es, en su esencia, una apuesta audaz y algo arriesgada por parte de los hermanos McCarthy. La película se posiciona como una comedia bíblica que desafía las narrativas tradicionales, adoptando la perspectiva de Zed y Oh, dos personajes agnósticos que se encuentran en el corazón del Antiguo Testamento. Y lo hace con una sensibilidad peculiar, un humor sutil y, lo más importante, una mirada a la condición humana que, a pesar de su enigmático enfoque, resulta sorprendentemente conmovedora.

La dirección de los hermanos McCarthy, caracterizada por su visualización de la Tierra como un lugar primitivo y caótico, es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Utilizan una paleta de colores desaturada y una fotografía que evoca la textura de la tierra húmeda y el sol abrasador, creando un ambiente creíble y a la vez inquietante. La puesta en escena, austera pero llena de detalles, contribuye a la sensación de estar presenciando un mundo que aún no ha sido moldeado por la civilización. El ritmo, deliberadamente pausado, permite al espectador sumergirse en la experiencia de los personajes, observando su lucha por sobrevivir y adaptarse a un entorno hostil. No es una película de acción, sino un estudio de personajes en un contexto extremo.

El corazón de la película reside en las actuaciones de Paul Dano y Jesse Plemons como Zed y Oh. Ambos ofrecen interpretaciones magistrales, capturando la torpeza, la frustración y, eventualmente, la creciente amistad entre los dos personajes. Dano, en particular, logra transmitir la desesperación y la impotencia de Zed de una manera absolutamente convincente. La química entre ambos es genuina, y la evolución de su relación es lo que otorga profundidad emocional a la narrativa. Las actuaciones secundarias, aunque más limitadas, también cumplen su cometido, añadiendo color y personalidad al mundo de "Año Uno".

El guion, adaptado de la Torá, es donde la película enfrenta sus mayores desafíos. Si bien la premisa es interesante, la traducción de los relatos bíblicos a la perspectiva agnóstica de los protagonistas no siempre es fluida. Algunas escenas, inspiradas en la narrativa original, se sienten un tanto forzadas, y el humor, aunque presente, a veces se siente un poco artificioso. Sin embargo, en general, el guion logra mantener el interés del espectador, presentando situaciones cómicas y dramáticas de manera efectiva. La ambigüedad moral, que implica cuestionar la benevolencia de Dios, es un tema que se plantea de forma sutil, invitando a la reflexión y no a la imposición de una respuesta. La película no busca ser un sermón, sino un retrato de la experiencia humana frente a la incomprensión.

“Año Uno” no es una comedia para todos los gustos. Requiere paciencia y una disposición a aceptar una historia que no se ajusta a las expectativas convencionales. Sin embargo, para aquellos que buscan una película original, reflexiva y con un toque de humor irreverente, esta película de los hermanos McCarthy merece ser vista. Es un experimento cinematográfico que, a pesar de sus imperfecciones, deja una impresión duradera.

Nota: 7/10