Anon (2018)

“Anon” es una película que se presenta como una distopía familiar, una advertencia sobre el precio de la seguridad y la pérdida de la libertad individual en un futuro cercano que, lamentablemente, parece inquietantemente plausible. El director Shane Carruth, conocido por su estilo minimalista y narrativo complejo, nos sumerge desde el principio en un mundo donde la vigilancia gubernamental ha alcanzado niveles alarmantes. La película no se dedica a grandilocuentes espectáculos de acción, sino que se centra en la tensión psicológica, el suspense y una reflexión inquietante sobre la erosión de la privacidad en nombre de la seguridad.

La dirección de Carruth es impecable en su sobriedad. El uso de la cámara, a menudo restringido a ángulos bajos y tomas de primeros planos, intensifica la sensación de claustrofobia y paranoia. No hay efectos especiales ostentosos, ni secuencias de acción espectaculares. En cambio, la película depende de la atmósfera, el sonido y la presentación visual para transmitir su mensaje. Carruth, junto con el equipo de sonido, logra crear un ambiente opresivo donde cada rincón de la ciudad se siente como una celda y cada conversación, un interrogatorio.

La actuación de Ryan Corr como Sal Frieland es notable. La transición de un oficial de policía pragmático a un hombre desesperado por la verdad es magistralmente interpretada. No se trata de un héroe clásico, sino de un individuo que lucha por mantener su humanidad en un mundo que se está despojando de ella. La química entre Corr y Mireille Enns, quien interpreta a The Girl, es palpable y añade una capa de complejidad emocional a la relación central de la película. La Girl, con su personaje enigmático y su resistencia feroz contra el sistema, es un personaje memorable que desafía la narrativa establecida. No se limita a ser un símbolo de resistencia; es una figura que exige la razón y la empatía.

El guion, sin embargo, es donde “Anon” alcanza su mayor fortaleza y, quizás, su debilidad. La trama, aunque innovadora y planteada con inteligencia, a veces se vuelve densa y requiere una gran atención por parte del espectador. Las explicaciones, aunque cuidadosamente integradas, pueden resultar confusas o incluso frustrantes. La película plantea preguntas importantes sobre la ética, el poder y la libertad, pero también requiere un compromiso intelectual considerable. No es una película para los espectadores que buscan una experiencia cinematográfica ligera. Es, en esencia, un rompecabezas narrativo que se disfruta más al comprender las motivaciones y los sistemas que impulsan la historia, lo que puede requerir varias visionadas.

A pesar de su complejidad, “Anon” es una película provocadora que permanece en la mente después de que termina los créditos. Es una advertencia urgente sobre los peligros de la vigilancia masiva y una celebración de la individualidad y la resistencia. Aunque su ejecución puede no ser para todos, su impacto es innegable.

Nota: 7/10