Años de sequía (2021)

“Años de sequía” (Dry Heat) no es una película que te asalte con efectos especiales o giros argumentales espectaculares. Es una obra maestra del suspense psicológico, un retrato lento y minucioso de cómo el pasado, incluso cuando se cree enterrado, puede volver a reclamar el presente. El director Robert Connolly, conocido por su enfoque en la atmósfera y la caracterización, entrega una película de medidos pasajes que se construye con una precisión casi metódica, como si fuera un caso policial analizado con lupa.

La película se centra en Aaron Falk, interpretado con una intensidad palpable por Martin Henderson. Henderson ofrece una actuación sutil pero poderosa, transmitiendo la angustia contenida y la carga emocional de un hombre que ha intentado superar un trauma de hace años. Su actuación es la columna vertebral de la narrativa, y nos obliga a empatizar con su lucha por exorcizar el fantasma de ese evento pasado. Falk no es un héroe convencional, sino un hombre que, como muchos de nosotros, ha ocultado dolor y que, al regresar a su ciudad natal, se ve impulsado a confrontar la verdad que ha ignorado durante tantos años.

El guion, adaptado de la novela homónima de Felicity Castner, es brillante en su manejo del ritmo y el suspense. La tensión no se genera por eventos dramáticos repentinos, sino por la atmósfera opresiva y la sensación constante de que algo no está bien. La película se basa en la sugerencia y la insinuación, dejando al espectador con la necesidad de rellenar los huecos con su propia imaginación. La descripción del paisaje árido, azotado por la sequía, no es meramente decorativa; es un reflejo del estado anímico de los personajes, un símbolo de la aridez emocional que los ha consumido.

La dirección de arte es impecable, creando un mundo visualmente desolador pero cautivador. Los colores terrosos y la luz cruda enfatizan la sensación de aislamiento y desesperación. Además, las actuaciones secundarias, especialmente la de Lin Colins como la madre de Falk, contribuyen a dar profundidad y realismo a la trama. Sin embargo, el mayor logro radica en la construcción de los personajes y en la exploración de las relaciones interpersonales, la culpa, el arrepentimiento y la búsqueda de redención. La película no ofrece respuestas fáciles; en cambio, plantea preguntas difíciles sobre la moralidad, la justicia y la capacidad del ser humano para olvidar.

Aunque el ritmo pausado podría no ser del gusto de todos, “Años de sequía” es una película inteligente, reflexiva y profundamente conmovedora. Es una obra que permanece en la memoria mucho después de que los créditos finales han terminado de rodar, invitando a la reflexión sobre el impacto duradero del pasado en nuestras vidas. Es una película que recomiendo especialmente a aquellos que aprecien el cine que se presta a la contemplación y que no se conforma con soluciones simplistas.

Nota: 8/10