Aquaman (2018)

“Aquaman” llegó a los cines con la promesa, quizás exagerada, de reinventar el género de superhéroes, y en parte, lo logra. La película, dirigida por James Wan, se adscribe a la fórmula de blockbuster de acción, pero con un trasfondo visualmente impactante que merece la pena contemplar. El director sabe cómo equilibrar la escala épica de la historia con momentos de humor y emoción genuina, creando una experiencia cinematográfica considerablemente entretenida, aunque no siempre profunda.

La trama, centrada en el origen de Aquaman (Jason Momoa), es una narrativa familiar que, en principio, podría haber resultado redundante. Sin embargo, Wan la ejecuta con una fluidez sorprendente. Se centra en la evolución de Arthur Curry, un niño marginado por su propia comunidad humana y el reino submarino, pasando de ser un paria a un posible rey, lo que le confiere un arco de personaje convincente. El guion se apoya en motivos de descubrimiento de la identidad, aceptación y la lucha contra la opresión, temas universales que resuenan en el espectador. No obstante, el ritmo a veces es irregular: las escenas de acción, si bien impresionantes, pueden restar protagonismo a los momentos de desarrollo del personaje. Además, la línea argumental con respecto al poder de Black Manta y la manipulación de la energía de la Tierra, a pesar de ser interesante, se siente un tanto desaprovechada hacia el final, dejando ciertos puntos inconclusos.

La actuación de Jason Momoa es, sin duda, el corazón de la película. Momoa personifica a Aquaman con una exuberancia contagiosa, una combinación de nobleza, fuerza bruta y un sentido del humor irónico. Su interpretación es más que solo espectáculo; logra transmitir un profundo sentido de responsabilidad y un deseo genuino de proteger a su pueblo. Nicole Kidman, como Atlanna, la reina de Atlantis, ofrece una actuación más contenida pero efectiva, aportando un peso dramático importante a la relación entre ambos mundos. Patrick Wilson, como el hermano mayor Orm, desempeña un papel sólido como el antagonista, aunque su motivación no siempre se explora con la profundidad que merece. La química entre Momoa y Kidman es notable, elevando el nivel emocional de la película.

Visualmente, “Aquaman” es un triunfo. El diseño de producción, la dirección artística y los efectos especiales son absolutamente impresionantes, creando un mundo submarino vibrante y creíble. Los paisajes, las criaturas marinas y las batallas subacuáticas son espectaculares, con una atención al detalle que se nota en cada fotograma. La banda sonora, compuesta por Rupert Gregson-Williams, complementa a la perfección las imágenes, añadiendo intensidad y emoción a la experiencia. Si bien la historia podría haber tenido más sustancia, el disfrute visual es innegable.

Nota: 7/10