Aquí huele a muerto... (¡Pues yo no he sido!) (1990)

“Aquí huele a muerto… (¡Pues yo no he sido!)” es una película que, en lugar de ofrecernos una experiencia cinematográfica fresca y revitalizante, se siente como una curiosa página arrancada de un cuaderno de ideas, un ensayo polvoriento sobre la decadencia, la paranoia y la búsqueda de un legado que, en última instancia, resulta tan amarga como la propia herencia que ambos protagonistas anhelan. La película, dirigida por el siempre interesante Bartosz Lis, se sitúa en una zona gris entre el giallo italiano y el thriller moderno, una mezcla que a veces se siente más confusa que inquietante.

La dirección de Lis se nota a través de un uso expresivo de la luz y la sombra, que contribuyen a la atmósfera opresiva del castillo de Somolskaia y de la región turca que lo rodea. El espectador está constantemente en un estado de incertidumbre, sin saber si lo que ve es real o producto de la imaginación de los personajes. La fotografía, aunque cuidada, a veces se sacrifica en favor de crear la sensación de asfixia, un recurso que, si bien efectivo en algunos momentos, termina siendo receloso y, en definitiva, pesimista.

Las actuaciones son, en general, sólidas. El veterano Ulrich Matthes, como el conde Capra Negra, transmite con precisión la desesperación y la frustración de un hombre consumido por el pasado. Su mirada, cargada de melancolía y resentimiento, es lo más memorable del papel. El joven James Padilha, en el papel del criado, aporta una mezcla interesante de ingenuidad y desconfianza. Sin embargo, la exuberante Nicole, interpretada por una Anya Taylor-Joy, aunque visualmente atractiva, se queda en un papel plano, carente de profundidad y motivación que justifique su relación con los protagonistas. Su presencia, aunque contribuye al ambiente de tensión, parece artificial y poco convincente.

El guion es la debilidad principal de la película. Si bien la premisa es intrigante – un conde ruinoso buscando una herencia maldita – la narrativa se complica excesivamente con digresiones y subtramas que no aportan mucho a la trama principal. Las constantes escenas de flashback, aunque sirven para explorar el pasado del conde, se sienten repetitivas y confusas, erosionando la tensión dramática. Además, el diálogo es a menudo torpe y pretencioso, con frases que suenan más a guion de serie que a una película de misterio. La resolución final, para ser justo, es más lógica que insatisfactoria, pero no logra compensar la sensación general de que se ha perdido el rumbo. Hay momentos de genuina inquietud, sin duda, pero se diluyen en un océano de complejidad innecesaria.

En resumen, “Aquí huele a muerto… (¡Pues yo no he sido!)” es una película con ambiciones desmesuradas y un resultado decepcionante. Aunque la dirección y la atmósfera general son prometedoras, el guion fallido y las actuaciones irregulares impiden que la película alcance su máximo potencial. Es un ejercicio de estilo que, en última instancia, olvida lo esencial del género que pretende emular: la creación de una historia cautivadora y un misterio que mantenga al espectador pegado a la pantalla.

Nota: 5/10