“Aquí mi gigante” no es, precisamente, una película que te deje boquiabierto al principio. A primera hora, su premisa, un agente artístico estadounidense que descubre un joven con habilidades sobrehumanas en un pequeño pueblo rumano, se siente algo torpe y cargada de clichés del cine de superhéroes. Sin embargo, con el paso de los minutos, y gracias a la dirección decidida de Cristian Mungiu y a las actuaciones excepcionales, la película se transforma en una reflexión conmovedora sobre la soledad, la responsabilidad y la búsqueda de la identidad.
Mungiu, conocido por su estilo realista y minimalista, no se anda con rodeos. La película se desarrolla con una lentitud deliberada, dejando que la cámara observe la vida cotidiana del pueblo y la interacción entre el agente, Marius (George Coseres), el gigante, Grigore (Bogdan Dumitrescu), y la familia que lo acoge. Esta lentitud, a veces percibida como un defecto, es en realidad la clave para construir una atmósfera de palpable incomodidad y aislamiento. Mungiu logra que el espectador sienta la dificultad de la relación entre los personajes, la extrañeza de un entorno ajeno y la incertidumbre del futuro.
Las actuaciones son, sin duda, el punto fuerte de la película. George Coseres ofrece una interpretación magistral como Marius, un hombre en crisis existencial, desilusionado por su carrera y que encuentra, de forma casi accidental, una oportunidad para redimirse. Su personaje es ambiguo, a veces irritante, pero siempre profundamente humano. Pero es Bogdan Dumitrescu quien se lleva el premio. Su interpretación como Grigore es simplemente prodigiosa. Dumitrescu transmite una vulnerabilidad increíble, desarrollando un personaje que es a la vez adorable y profundamente triste. La película se basa mucho en el lenguaje corporal, en la mirada de Grigore, que es capaz de comunicar una gama enorme de emociones sin necesidad de palabras.
El guion, aunque a veces se siente algo fragmentado, explora con inteligencia la dinámica entre Marius y Grigore, y el impacto que su presencia tiene en la comunidad. No intenta ofrecer respuestas fáciles ni soluciones dramáticas. En lugar de eso, plantea preguntas incómodas sobre el propósito de la fama, la explotación, la responsabilidad social y la idea de que un “gigante” puede ser, en realidad, un niño inseguro y necesitado de protección. La película no necesita explicaciones; se deja que el espectador interprete y saque sus propias conclusiones.
Aunque su ritmo pausado puede disipar a algunos espectadores, "Aquí mi gigante" es una película inteligente, emotiva y profundamente humana. Es un testimonio del talento de Cristian Mungiu y de la capacidad de los actores para transmitir emociones complejas a través de la sutileza. Es una película que te va a acompañar mucho tiempo después de que acabe los créditos.
Nota: 8.5/10