Aquí, un amigo (1981)

“Aquí, un amigo” es una película que, a primera vista, podría parecer una mera comedia negra, pero bajo la superficie se revela una reflexión incómoda sobre la soledad, la desilusión y la fugacidad de las conexiones humanas. La película, dirigida con una cuidada atmósfera por Diego Ortega, no es un thriller explosivo, sino un estudio psicológico sobre la decencia y la moralidad en un contexto donde la lógica y la ética se diluyen.

La historia, centrada en el personaje de Roberto Trabucco (interpretado con una naturalidad inquietante por Gael García Bernal), un sicario al servicio de la ley, se complica cuando se le encomienda la tarea de neutralizar a los testigos de un caso federal. La premisa es, en sí misma, atractiva, pero es la forma en que se desarrolla y la profundidad psicológica de los personajes lo que elevan la película por encima del género. Bernal ofrece una actuación sutil y magistral, logrando transmitir la melancolía y la creciente incomodidad del protagonista. Su mirada, a menudo vacía y distante, refleja su desapego emocional y su creciente disconformidad con la misión que se le ha encomendado.

La presencia de Victor Clooney (interpretado por Julián Gil) añade una capa adicional de complejidad a la trama. Su profunda depresión, resultante de la traición de su esposa, no solo crea tensión en la narrativa, sino que también sirve como un espejo para la propia crisis existencial de Trabucco. La relación entre ambos personajes, inicialmente marcada por la hostilidad y el resentimiento, evoluciona de una manera inesperada y profundamente conmovedora. El guion, a pesar de la simplicidad de su estructura, consigue plantar semillas de duda moral en el espectador, haciéndonos cuestionar la justificación de las acciones de Trabucco y la naturaleza de la redención.

Ortega demuestra una habilidad considerable para la dirección visual. El hotel, con su arquitectura decimonónica y su ambiente claustrofóbico, se convierte en un personaje más de la película, un espacio de aislamiento y decadencia. La iluminación, a menudo tenue y sombría, y la fotografía, con tonos apagados y colores pastel, contribuyen a crear una atmósfera de melancolía y desasosiego. Si bien el ritmo es pausado, esto permite al espectador absorber la atmósfera y conectar con la inquietud de los personajes. La banda sonora, discreta pero efectiva, refuerza la sensación de inquietud y desasosiego. Es una película que recompensa la atención del espectador y que deja un impacto duradero. A pesar de no ofrecer soluciones fáciles o espectaculares, “Aquí, un amigo” es una reflexión honesta y perspicaz sobre la condición humana, sobre la búsqueda de significado en un mundo cada vez más superficial.

Nota: 7.5/10