Araña sagrada (Holy Spider) (2022)

“Araña Sagrada” (Holy Spider) de Ali Asgarfiroudi no es simplemente una película; es una experiencia visceral, una inmersión dolorosa en las entrañas de la sociedad iraní. A pesar de las limitaciones de producción y un ritmo a veces pausado, la película logra un impacto profundo, cuestionando la moralidad, la justicia y la complejidad de la identidad en un contexto cultural marcado por la ley islámica y las presiones sociales.

La dirección de Asgarfiroudi es, sin duda, el pilar central de esta obra. Se evita la espectacularidad y opta por una naturalidad inquietante, filmando con una lentitud deliberada que permite que cada plano respire y que el espectador absorba la atmósfera de desasosiego. La cámara no juzga, simplemente observa, acompañando a Shirin, la periodista interpretada magistralmente por Nazila Esmaili, en su implacable búsqueda de la verdad. Esta ausencia de juicio moral es fundamental, ya que permite al espectador confrontar la brutalidad de los crímenes y la indiferencia con la que se les maneja, llegando a cuestionar la propia moralidad de quienes, incluso con buenas intenciones, permiten que siga ocurriendo.

La actuación de Esmaili es, sencillamente, espectacular. Transmite con una intensidad palpable la desesperación, la frustración y la creciente desesperación de Shirin, atrapada en un laberinto de corrupción y silencio. Su personaje no es una heroína idealizada; es una mujer humana, vulnerable, pero también determinada a exponer la realidad que se esconde detrás de la fachada de un Islam aparentemente prístino. El resto del reparto, aunque con menos espacio, también logra dar cuerpo a la realidad de Mashhad, mostrando las vidas de las prostitutas, sus luchas y su vulnerabilidad.

El guion, adaptado de una historia real, es el punto más delicado de la película. Si bien la trama en sí misma es contundente, la forma en que se narra puede resultar lenta para algunos espectadores. No obstante, esta lentitud no es gratuita; sirve para profundizar en la psicología de los personajes y para mostrar la progresiva erosión de la esperanza de Shirin. La película no busca ofrecer respuestas fáciles, sino más bien plantear preguntas incómodas sobre la impunidad, la desigualdad de género y la fragilidad de la justicia en un mundo donde la moralidad se define desde arriba.

El uso del color y la iluminación contribuye a la atmósfera opresiva y claustrofóbica de la película. Los tonos apagados y la iluminación natural resaltan la pobreza, la desesperación y la sensación de aislamiento que impregnan la ciudad. La banda sonora, minimalista pero efectiva, acompaña sin ser intrusiva, acentuando la tensión y el suspense. “Araña Sagrada” es una película que permanece en la memoria mucho después de que termina, obligándote a reflexionar sobre la complejidad de la realidad iraní y las consecuencias de la impunidad. Es una experiencia cinematográfica potente, a pesar de sus defectos técnicos, que merece ser vista y discutida.

Nota: 8/10