Ariane (1957)

“Ariane” (1956) de George Cukor es un melodrama elegante y, a su vez, profundamente melancólico, que permanece en la memoria por su atmósfera sofisticada y las actuaciones memorables de Audrey Hepburn y Gary Cooper. Más allá de una simple historia de amor prohibido, la película se adentra en la exploración de la desilusión, la obsesión y el peso de los secretos familiares. Cukor, conocido por su maestría en el melodrama, demuestra ser un director meticuloso, prestando especial atención a la puesta en escena y la construcción de un ambiente de opulencia contenida, casi claustrofóbica, que refleja el estado emocional de los personajes.

Audrey Hepburn, en su papel de Ariane, ofrece una interpretación matizada y sutil. Su protagonista es una joven hermosa y vulnerable, que se encuentra atrapada entre la inocencia y la seducción. Hepburn no recae en la típica imagen de la chica ingenua, sino que transmite una complejidad emocional que va más allá de la simple atracción. Su actuación es delicada, pero efectiva, comunicando la creciente angustia y el conflicto interno que la atormentan al descubrir la verdadera identidad de su amante. La química entre Hepburn y Cooper es palpable, aunque no se basa en la pasión desenfrenada, sino en una mezcla de curiosidad, incomodidad y un cierto respeto mutuo. Cooper, que en ese momento atravesaba una fase de “gray hero”, aporta un porte y una dignidad a Frank Flannagan, dotándolo de un aire de hombre melancólico y perdido.

El guion, adaptado de una novela de Winston Graham, merece especial mención. Cukor y el guionista, Ian Hunter, evitan los clichés del género, explorando las consecuencias psicológicas de la manipulación y la traición. La historia se desenvuelve con un ritmo pausado, permitiendo que la tensión se acumule gradualmente. Las conversaciones, en particular, son afiladas y reveladoras, cargadas de ambigüedad y subjetividad. El conflicto no reside únicamente en la relación entre Ariane y Frank, sino también en la disfuncionalidad de la familia Chavasse, cuya verdad se revela a medida que avanza la trama. Se presta atención a los detalles, como las cartas robadas y la manipulación de la información, creando una sensación de suspence constante y una atmósfera de intriga.

Si bien la película se sitúa dentro de la tradición del melodrama clásico, "Ariane" se distingue por su estilo visual refinado y su enfoque en la psicología de los personajes. La cinematografía de Arthur Ellenson es especialmente notable, empleando una iluminación sutil y creando escenas icónicas, como la famosa escena en la playa donde Ariane descubre la verdad. La banda sonora, aunque no dominante, contribuye a la atmósfera de melancolía y fatalidad. La película, sin embargo, no es perfecta. Algunos pueden encontrar el ritmo excesivamente lento y la conclusión algo abrupta. No obstante, “Ariane” es una joya del cine clásico que merece ser vista por su elegancia, su profundidad emocional y las actuaciones impecables de sus protagonistas. Es una película que invita a la reflexión sobre los límites del amor, la importancia de la verdad y las consecuencias de las decisiones que tomamos.

Nota: 8/10