Arkie (2023)

“Arkie” no es simplemente una película de ciencia ficción juvenil; es una meditación inquietante sobre el miedo, la responsabilidad y el precio de la supervivencia. La película, dirigida con una elegancia visual sorprendente por parte de Daniel Leavitt, se distingue por una atmósfera sombría y opresiva que permea cada fotograma, creando un ambiente de constante incertidumbre que se adhiere al espectador como el polvo del planeta desolado. La iluminación, en particular, juega un papel crucial, con la predominancia de tonos grises y azules que reflejan la desesperanza y la pérdida que dominarán la vida de la protagonista.

El guion, aunque simple en su premisa básica – una joven se enfrenta a un peligroso padre y a la destrucción de su planeta – se beneficia de una construcción narrativa paciente y deliberada. La historia evita los clichés del género, centrando la atención en el viaje emocional de Lyra (Amber Stevens), la joven protagonista. Su viaje no es solo físico, sino también interno. La película explora, con cautela y sutileza, el miedo a la oscuridad, la incapacidad de admitir errores y la carga del legado. Leavitt se permite el lujo de que el espectador se cuestione la validez de las acciones de Lyra, dándole un toque de ambigüedad moral que eleva la película por encima de la simple aventura. El ritmo, por momentos pausado, permite que el desarrollo de la tensión sea más efectiva y convincente.

La actuación de Amber Stevens es el corazón de la película. Stevens logra un equilibrio admirable entre vulnerabilidad y determinación. Logra transmitir la angustia y la confusión de Lyra de una manera palpable, sin caer en el melodrama. La interpretación es honesta y convincente, y es gracias a ella que el espectador se conecta emocionalmente con el destino de Lyra y su planeta. El resto del elenco, aunque con roles más limitados, cumple su cometido con eficiencia. Especialmente digna de mención es la representación del padre de Lyra, interpretado por un William Fichtner, cuya mirada fría y calculadora personifica el peligro que la acecha. Fichtner logra transmitir la ambición desmedida y la locura que impulsan las acciones del científico.

La película, sin embargo, no está exenta de defectos. Algunos diálogos pueden resultar un poco forzados, y ciertos efectos visuales, aunque decentes, no alcanzan la calidad que se podría esperar en un proyecto de este presupuesto. No obstante, estos pequeños fallos palidecen en comparación con la atmósfera inmersiva, la interpretación de la protagonista y la inteligente reflexión sobre la responsabilidad personal y el poder del miedo. "Arkie" no es una obra maestra, pero es una película con una propuesta original y una visión singular que merece ser vista. Se trata de una pequeña joya en el género, que deja una marca duradera gracias a su mensaje subyacente.

Nota: 7/10