“Arrástrame al Infierno” (Strangers from Hell, en su título original) no es una película para asustar, al menos no en el sentido tradicional del terror. Se trata de un thriller psicológico inquietante, una película que te eriza la piel con una atmósfera de paranoia y desesperación, y que te deja pensando mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar. La dirección de Michael Dougherty, conocido por su trabajo en “Los Reyes Fantasmas”, se distingue por una delicadeza en la creación de la atmósfera, un uso magistral de la luz y la sombra, y una tensión palpable en cada escena. Dougherty consigue, sin recurrir a sustos baratos, transmitir el pavor que experimenta Christine al ir perdiendo el control de su realidad.
El guion, adaptado de un relato de Richard Matheson, se centra en Christine Brown, interpretada con una solidez impresionante por Kaitlyn Dever. La actriz logra capturar la evolución de un personaje que, al principio, parece ser una mujer ambiciosa y pragmática, y que poco a poco se ve consumida por el miedo y la incredulidad. Su evolución es orgánica y convincente. La película explora la idea de la pérdida de la fe en la razón y la desesperación ante lo inexplicable. El guion, a pesar de algunas rarezas narrativas que quizá puedan resultar forzadas al espectador más exigente, mantiene un ritmo constante y un claustrofóbico sentido del lugar. La escritura se beneficia del elemento de la historia, la que se cuenta, no de los efectos especiales.
La película se beneficia enormemente de las actuaciones secundarias. Bill Skarsgård, como el profesor Clay Dalton, aporta una presencia inquietante y un aire de misterio que se intensifica a medida que la historia avanza. Su personaje actúa como un contrapunto a la creciente locura de Christine, ofreciendo un espacio de lógica y razón que se hace cada vez más vulnerable ante lo que le sucede. La interpretación de Linda Blair, quien da vida a la vidente, es particularmente memorable, ofreciendo una mezcla de sabiduría ancestral y un toque de locura que añade una capa extra de complejidad al relato. No se trata de un personaje caricaturesco, sino de alguien que, quizá, tiene la clave para la salvación, pero con un coste inmenso.
Si bien la película evita el uso excesivo de efectos especiales, los que se incluyen son efectivos y contribuyen a la atmósfera opresiva. La fotografía, como ya he mencionado, es excelente, y la banda sonora, compuesta por Michael Giacchino, es inquietante y melancólica, reforzando la sensación de que algo terrible se avecina. La película, en esencia, es un descenso a la locura, una exploración de la fe, la superstición y la naturaleza de la maldad. Es una experiencia cinematográfica que te dejará reflexionando sobre la fragilidad de la realidad y el poder de las creencias.
Nota: 8/10