Ártico (2018)

“Ártico” no es una película para llevar el corazón latiendo a un ritmo frenético, ni para ofrecer un despliegue visualmente ostentoso. Es, en cambio, una meditación visceral sobre la supervivencia, la soledad y la fragilidad de la condición humana ante la implacable fuerza de la naturaleza. La película, dirigida por Kieran Evans, nos sumerge en una inmensidad blanca que no es solo un escenario, sino un personaje más, un antagonista silencioso y omnipresente que acecha en cada rincón, en cada viento helado y en cada grieta del hielo.

La historia se centra en Caleb, interpretado con una solidez física y emocional por James McAvoy. La película no se dedica a explicar el pasado de Caleb, ni a detallar el misterio del accidente a bordo del avión que lo dejó varado. Lo importante es su presente, su lucha diaria por encontrar comida, protegerse del frío y mantener la cordura en medio de una desesperación que palpita en cada fotograma. McAvoy, sin recursos fáciles, ofrece una actuación de una autenticidad conmovedora. Su mirada, a menudo vacía y perdida, transmite la profunda sensación de aislamiento y la lucha interna de un hombre que ha perdido todo excepto su instinto de supervivencia. Su evolución, lenta y gradual, es el núcleo de la película.

La dirección de Kieran Evans es notablemente sutil. Evita los trucos de la acción y las explosiones, optando por un ritmo pausado y contemplativo que permite al espectador absorber la magnitud del entorno y la vulnerabilidad de su protagonista. La cinematografía, con su paleta de blancos y grises, es impactante. La fotografía, firmada por Michael Radford, captura la belleza cruda y desoladora del Ártico, creando una atmósfera opresiva y llena de tensión. El uso del sonido es igualmente efectivo, con el rugido del viento y los sonidos del hielo que se rompen creando una banda sonora natural que intensifica la sensación de peligro constante.

El guion, aunque aparentemente simple, es inteligente en su ambigüedad. La película plantea preguntas sin dar respuestas fáciles. ¿Quién es Caleb? ¿Por qué está solo? ¿Qué le espera? Estas preguntas se mantienen a lo largo de la trama, obligando al espectador a participar activamente en la construcción del significado de la historia. El guion se centra en la experiencia sensorial y psicológica, explorando los límites de la resistencia humana. La película no busca emocionar al público con un thriller convencional; busca provocar una reflexión sobre la condición humana.

A pesar de su lentitud y su falta de espectacularidad, "Ártico" es una película poderosa y memorable. Es una experiencia cinematográfica que se queda contigo mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar. Es una meditación sobre la soledad, la resiliencia y la fuerza del espíritu humano.

Nota: 8/10