Asylum: El experimento (2014)

“Asylum: El experimento” es una película que, si bien no logra reinventar el relato de Edgar Allan Poe, “El sistema del Dr. Tarr y el profesor Fether”, logra una atmósfera inquietante y perturbadora que envuelve al espectador desde sus primeras escenas. La película, dirigida con una meticulosa planificación por David Lowery, se aferra a la esencia del cuento original, adaptándolo a un contexto contemporáneo que, aunque no es tan explicitamente moderno como se podría esperar, logra transmitir una sensación de desorientación y creciente paranoia. Lowery apuesta por un ritmo pausado, lento, que, lejos de aburrir, contribuye a la acumulación de tensión, similar a la del propio Poe. La banda sonora, un elemento crucial en el desarrollo de la inquietud, se integra sutilmente pero constantemente, creando un telón de fondo musical que refuerza la atmósfera opresiva del manicomio.

La dirección de Lowery se destaca por el uso de la luz y la sombra, elementos que potencian el simbolismo y las percepciones distorsionadas de los personajes. Las habitaciones, en particular, son espacios claustrofóbicos y laberínticos, diseñados para reflejar el estado mental de los protagonistas. La cinematografía es de una belleza desoladora, con planos que se centran en detalles que, aunque aparentemente insignificantes, revelan gradualmente la fragilidad y la locura que permea el manicomio. El film, en general, es visualmente rico, aunque, en ocasiones, se permite excesos estilísticos que pueden distraer de la narrativa principal.

La actuación de Joel Edgerton como el estudiante de medicina, Thomas Cooke, es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Edgerton transmite con gran sutileza la gradual pérdida de la cordura de Cooke, mostrando un deterioro psicológico que es a la vez fascinante y aterrador. Su interpretación es matizada, evitando caer en clichés y ofreciendo un retrato complejo y creíble de un hombre confrontado a la realidad de su propia percepción. La joven interpretada por Rachel Brosyn, inicialmente percibida como una paciente perturbada, evoluciona a lo largo de la trama, y su interpretación es contundente, revelando capas de dolor y sufrimiento que anudan la complejidad de la historia. El resto del elenco, aunque con menos desarrollo, cumplen su función con eficacia. La química entre Edgerton y Brosyn es palpable, y su relación romántica se convierte en un eje central de la trama.

El guion, adaptado por Lowery y Aaron Guzikowski, es un punto a debatir. Si bien respeta la esencia del relato de Poe, la adaptación introduce algunas modificaciones que, aunque comprensibles, pueden resultar desconectadas de la atmósfera original. La explicación, aunque elaborada, no logra igualar la ambigüedad y el misterio que impregnaban el cuento. A pesar de ello, el guion presenta diálogos bien escritos y logra mantener al espectador en vilo, planteando preguntas sobre la naturaleza de la realidad, la locura y la identidad. La película se enfoca más en la experiencia subjetiva de los personajes que en la resolución de un misterio explícito, lo que puede resultar frustrante para algunos espectadores. El final, particularmente, es deliberadamente ambiguo, invitando a la reflexión y a la interpretación personal.

Nota: 7/10