“ATL: Árboles de la Serpiente,” la película de 1999 de Eriq LaTour, es una experiencia cinematográfica peculiar, un submundo vibrante y a veces desconcertante que se aferra a la memoria como un tatuaje. No es una obra maestra, ni tampoco un fracaso rotundo, sino una anomalía, un experimento que combina elementos de drama adolescente, thriller y comedia negra con una singularidad que la separa de casi cualquier otra película de su época. La película se sitúa firmemente en el contexto de los 90, con un estilo visual que evoca la estética grunge y el ambiente de las pistas de patinaje de la época, pero también incorpora referencias a la cultura hip-hop y a la expansión de la cultura latina en el norte de Estados Unidos.
La historia gira en torno a Justin (Justin Brundage), un joven que se enamora de la nueva patinadora, Lexi (Tara Reid). El romance, impulsado por un atractivo adolescente y la promesa de aventura, lo involucra en una peligrosa red de rivalidades, apuestas y trampas, todo ello en torno a la "Cascada," una pista de patinaje local que funciona como el centro neurálgico de la vida de los jóvenes. La dirección de LaTour es audaz, utilizando el espacio confinado de la pista de patinaje para crear una sensación claustrofóbica y de tensión constante. La cámara a menudo se desplaza con los patinadores, inmersiva en el ritmo frenético de la acción, dando a la película una dinámica visual distintiva. Sin embargo, a veces, la puesta en marcha de la cámara se ve interrumpida por planos excesivamente largos, ralentizando el ritmo y distrayendo la atención del espectador. Es una elección estilística que funciona a veces, pero que no siempre logra conectar con la narrativa.
El reparto, en su mayoría desconocido en ese momento, ofrece actuaciones sólidas, aunque el énfasis se pone mayormente en el carisma juvenil de Tara Reid, cuyo personaje de Lexi irradia una inocencia y una rebeldía que atraen al espectador. Justin Brundage también logra transmitir la vulnerabilidad y el deseo de aceptación de Justin. Pero la fuerza de la película reside en sus secundarios, particularmente en las interpretaciones de los personajes secundarios, que aportan un colorido y una autenticidad a la historia. Estos personajes, a menudo representativos de la comunidad latina del vecindario, proporcionan un trasfondo cultural rico y complejo, elementos esenciales para comprender las dinámicas de poder en el submundo de la pista.
El guion, escrito por LaTour, no es excepcionalmente innovador, pero sí posee un encanto particular. Las diálogos son a menudo torpes y exageradas, un reflejo de la jerga adolescente de la época, y las situaciones, aunque a veces predecibles, son a menudo divertidas y llenas de ingenio. El guion se beneficia de un enfoque realista en la exploración de las relaciones interpersonales, las ambiciones y los desafíos que enfrentan los jóvenes en la transición a la edad adulta. Sin embargo, el ritmo narrativo puede resultar irregular, con momentos de tensión sostenida intercalados con escenas de diálogo menos inspiradas. El guion intenta al mismo tiempo ser un thriller juvenil y un retrato de la cultura latina, pero no siempre logra dominar ambas ambiciones con la suficiente solidez.
Nota: 6/10