“Atrapados en Chernóbil” no es una película que te deje con la mente en blanco de forma inmediata, sino que, como el lento proceso de radiactividad, se filtra un terror psicológico sutil pero persistente. La película, dirigida por Johan Delville, se aleja deliberadamente del cliché del desastre nuclear como espectáculo visualmente impactante, optando por una exploración inquietante de la supervivencia, el miedo y la fragilidad de la condición humana frente a lo desconocido. La historia, centrada en un grupo de amigos en un viaje europeo que termina en la ciudad abandonada de Prypiat, se construye no sobre sustos fáciles, sino sobre la lenta erosión de la cordura y la creciente paranoia de los protagonistas.
El director ha logrado un ambiente de inquietud palpable. La fotografía, con tonos grises y apagados, y la iluminación natural, contribuyen a crear una atmósfera opresiva que refleja la atmósfera de abandono y desolación de Prypiat. Sin embargo, lo que realmente destaca es la dirección artística, que es meticulosa en la recreación de la ciudad y sus alrededores, logrando una sensación de autenticidad que sumerge completamente al espectador en el entorno. La película no se centra en la explosión o el reactor dañado; el verdadero horror reside en la sensación de estar perdido en un lugar que no se comprende, donde el tiempo parece detenido y el pasado acecha en cada rincón. El uso de espacios abiertos, amplios y a la vez claustrofóbicos, maximiza la sensación de vulnerabilidad del grupo.
Las actuaciones son sobresalientes, especialmente la de Jan Bijl como el protagonista, un hombre que se ve obligado a asumir el liderazgo en una situación que se sale de control. Su personaje evoluciona de ser un individuo aparentemente ordinario a un líder determinado, aunque atormentado por sus propios miedos. El resto del reparto, compuesto por jóvenes actores europeos, se muestra convincente en su interpretación de amigos enfrentados a la inminente amenaza. No se recurre a estereotipos, y cada personaje aporta una perspectiva diferente sobre la situación, lo que enriquece la narrativa.
El guion, aunque no particularmente complejo en términos de trama, se beneficia de su enfoque narrativo. Evita dar respuestas fáciles y se centra en la dinámica del grupo, sus conflictos internos y la forma en que la paranoia y el miedo se propagan. La película no necesita grandes giros argumentales; la tensión se construye a través de las interacciones entre los personajes, la creciente sensación de que no están solos y la constante pregunta de quién o qué podría estar observándolos. El guion se limita a plantear preguntas más que a dar respuestas, dejando al espectador con la sensación de incertidumbre que impregnaba el ambiente de Chernóbil.
En definitiva, “Atrapados en Chernóbil” es una película inteligente y perturbadora que va más allá del simple thriller de supervivencia. Es una meditación sobre la vulnerabilidad humana, el poder del miedo y la persistencia de los fantasmas del pasado. No es una película que te deje con un escalofrío inmediato, pero sí con una sensación de incomodidad que te acompañará mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar. Es una experiencia cinematográfica valiosa y recomendable para aquellos que buscan una reflexión más profunda sobre la naturaleza del horror.
Nota: 7.5/10