Attenberg (2010)

“Attenberg” (2010) de Cristian Mungiu es una experiencia cinematográfica profundamente inquietante y, a su vez, sorprendentemente hermosa. No es una película que se disfruta de forma convencional; se siente, se absorbe, y deja una huella imborrable en la memoria del espectador. Mungiu, maestro de la intimidad y el detalle, nos sumerge en la vida solitaria y singular de Marina, una joven que, a pesar de su edad, parece habituarla una extraña desconexión con la humanidad. La película no busca explicaciones fáciles o un melodrama convencional; se limita a explorar la existencia de Marina, su aislamiento, sus obsesiones, y sus relaciones - o su falta de ellas - con el mundo exterior.

La dirección de Mungiu es magistral en su sencillez. Elimina artificios y se centra en la documentación de la vida de Marina. La cámara, a menudo discreta, se convierte en testigo silencioso de sus gestos, de sus miradas, de sus interacciones escuetas. Este enfoque realista, combinado con una paleta de colores apagados y una estética que recuerda a fotografías antiguas, crea una atmósfera de melancolía y extrañamiento. No hay grandes planos o movimientos de cámara ostentosos; la fuerza reside en la autenticidad del momento. La película no se siente artificiosa, sino que emerge con una naturalidad casi asombrosa, como si la hubiéramos captado accidentalmente.

Ariane Labed ofrece una actuación impecable. Marina no es una heroína fácil; es un personaje complejo, vulnerable, y a la vez, perturbador. Labed transmite con una sutileza asombrosa la angustia y el deseo de conexión de Marina, su incapacidad para comunicarse, y su fascinación por la naturaleza y la vida silvestre, especialmente a través de los documentales de David Attenborough. Evidencia una comprensión profunda del personaje, traduciendo en la pantalla la sensación de alienación y un anhelo inalcanzable. La interpretación de Evangelia Randou como Bella complementa a la perfección la de Labed, aportando un contrapunto amable y realista a la soledad de Marina.

El guion de Mungiu es excepcionalmente inteligente y sutil. La película no ofrece respuestas, sino que plantea preguntas sobre la soledad, la comunicación, y la naturaleza humana. El ritmo pausado y la falta de diálogos extensos permiten que la tensión y el misterio se acumulen gradualmente. La trama, aparentemente simple, se centra en pequeños detalles y en la atmósfera. La presencia del desconocido, que añade un elemento de intriga, no es fundamental; su significado reside en su capacidad para perturbar la rutina de Marina y, por ende, su percepción del mundo. “Attenberg” es, en última instancia, una meditación sobre el aislamiento, la incomunicación, y la búsqueda de significado en un mundo que parece ajeno al protagonista.

Nota: 8.5/10