August Rush: El triunfo de un sueño (2007)

“August Rush: El triunfo de un sueño” es una película que, a pesar de no ser un bombazo de taquilla, merece una revalorización. Presentada como un cuento de hadas moderno, la cinta se entrega con una sensibilidad y un lirismo que, en un mercado cinematográfico cada vez más saturado de espectáculos explosivos, se sienten como un soplo de aire fresco. La película, dirigida con maestría por Wayne Wang, logra crear una atmósfera onírica y melancólica, utilizando la ciudad de Nueva York como un personaje más, un escenario vasto y ambiguo donde el destino del niño August parece estar escrito en las líneas de la calle.

El guion, aunque no desgarra la trama con giros argumentales sorprendentes, construye un relato emotivo y pausado. La premisa central, un niño con un talento musical innato y un pasado desconocido, es un punto de partida sólido para explorar temas como el amor, la pérdida, la identidad y la búsqueda de la verdad. Wang evita la sobreexposición, permitiendo que la historia se desarrolle de forma natural, apoyándose en la sutileza y la fotografía para transmitir los sentimientos de August y el público. La relación entre el niño y la música es palpable, casi como si la música misma fuera un lenguaje que conecta con el espectador.

Las actuaciones son un pilar fundamental de la película. Freddie Highmore, como August, logra transmitir con una naturalidad y una vulnerabilidad que conmueven. Su expresión, sus gestos, todo contribuye a que el espectador se identifique con su dolor y su esperanza. Jonathan Rhys Meyers aporta la necesaria rudeza y la melancolía al personaje de su padre, el guitarrista. Pero la figura que realmente destaca es Robin Williams, quien interpreta al excéntrico y misterioso Sr. Johnson con un equilibrio entre el humor negro y la caridad, generando un personaje memorable y profundamente complejo. La química entre Highmore y Williams es la que realmente da vida a la narrativa.

La banda sonora, que ocupa un lugar primordial en la película, no es solo un complemento, sino un componente esencial de la trama. La música, cuidadosamente seleccionada y compuesta, refleja las emociones de August a lo largo de la película, acompañando su crecimiento musical y su búsqueda de su origen. La dirección artística, con un uso inteligente del color y la luz, crea un ambiente cinematográfico que evoca la nostalgia y la magia de un sueño. Wang se atreve a explorar la idea de que la música puede ser un hilo conductor que une a las personas, a pesar de las barreras del tiempo y del destino. “August Rush” no es una película que te haga gritar o reír a carcajadas, pero te invita a reflexionar sobre la importancia de las conexiones humanas, el poder de la música y la búsqueda del propio lugar en el mundo. Es una película que se queda contigo, que te evoca recuerdos y que te hace creer en la magia del cine.

Nota: 7/10