Austin Powers: La espía que me achuchó (1999)

‘Austin Powers: La espía que me achuchó’ no es simplemente una secuela; es una celebración estridente, un homenaje a la comedia involuntaria y a una época que ya no es tan reciente como muchos creen. Mike Myers, como Austin Powers, vuelve a ser la encarnación del agente secreto despistado, excesivamente mimado y con un encanto que, a pesar de ser deliberadamente absurdo, resulta inexplicablemente cautivador. Myers se permite lucirse con un humor que roza lo ridículo, y lo hace con una seguridad que solo se consigue después de años en la piel de este personaje.

La trama, si se le puede llamar así, es un poco desordenada y se basa en un cliché de viajes en el tiempo, pero sirve de telón de fondo para las numerosas gags y situaciones cómicas. La película es consciente de su propio absurdo, utilizando la mecánica de los viajes en el tiempo para introducir elementos predecibles y, a menudo, repetitivos, lo que no es una falta de gracia, sino una estrategia deliberada para mantener la energía de la comedia a flor de piel. El Dr. Maligno, interpretado con un malestar cómico por Rupert Graves, se presenta como un villano genuinamente irritante, pero su amenaza, aunque predecible, sirve para dar un impulso a las peripecias de Austin.

La dirección de Jay Roach está firme y se centra en el ritmo frenético de la película. No intenta subestimar la comedia, sino que la amplifica, permitiendo que cada escena se transforme en un mini-espectáculo. Las escenas de acción, aunque escasas, se disfrazan con humor, evitando caer en clichés y apostando por la parodia y la exageración. Un aspecto particularmente acertado es la manera en que la película abraza la estética de los años 90, tanto en la vestimenta como en la música, lo que añade una capa adicional de diversión y nostalgia. Sin embargo, la película no rehúye de la repetición de algunos gags y bromas, lo que puede llegar a cansar un poco a medida que avanza la película. La banda sonora, un punto fuerte, es un festín de éxitos de los 80 y 90 que contribuye a la atmósfera general de la película.

Las actuaciones son sólidas en todo el equipo. Además de Myers, Reese Witherspoon como Felicity Shagwell aporta frescura y un toque de inocencia, y Kristina Hée como Vanessa Kensington ofrece un contrapunto interesante a la personalidad grandilocuente de Austin. La química entre los actores es palpable y contribuye significativamente al éxito cómico de la película. La película no intenta ser profunda ni reflexiva; su objetivo principal es entretener y divertir, y en este sentido, cumple su cometido con gran éxito. Es una película que no pretende cambiar la historia del cine, sino disfrutarla por lo que es: una comedia de acción exagerada y un torbellino de situaciones hilarantes.

Nota: 7/10