Aya de Yopougon (2013)

“Aya de Yopougon” no es una película que te engancha desde el principio, ni tampoco necesita que lo haga. Es, en cambio, una inmersión gradual, casi meditativa, en la vida cotidiana de tres jóvenes amigas que habitan en el bullicioso y vibrante barrio de Yopougon, en Abiyán, Costa de Marfil. Patrik de Mina y Hervé Hadmar, a través de una narrativa fragmentada y poética, nos presentan un microcosmos de la realidad senegalesa, que se extiende más allá de las fronteras de su propio barrio, y nos invita a reflexionar sobre la lucha por la supervivencia, la identidad y la búsqueda de sueños en un entorno marcado por la precariedad y la incertidumbre.

La dirección de arte es, sin duda, uno de los pilares fundamentales de esta película. El Yopougon que visualizamos es crudo, auténtico y, a la vez, sorprendentemente bello. Los colores son intensos, la música, omnipresente y llena de matices, y la fotografía captura la esencia misma de ese lugar, transformándolo en un personaje más de la historia. No se recurre a la idealización; se muestra el Yopougon real, con sus mercados abarrotados, sus casas humildes y sus calles laberínticas. El uso de planos abiertos y un ritmo pausado contribuye a crear una atmósfera de intimidad, permitiéndonos compartir las pequeñas alegrías y las frustraciones de las protagonistas.

Las actuaciones son absolutamente impecables. Diakho Ondiawo, como Aya, transmite una mezcla perfecta de vulnerabilidad y fortaleza. Su mirada, a menudo cargada de melancolía, revela la complejidad de una joven que se debate entre las expectativas sociales y sus propios deseos. Adéleh Diallo, como Adjoua, encarna la alegría vital y la despreocupación, aunque en el fondo se vislumbra una soledad silenciosa. Y Srah Annabelle Keita, interpretando a Bintou, denota una madurez sorprendente y una capacidad de observación agudísima. Lo que hace que estas interpretaciones sean especialmente poderosas es la naturalidad con la que se representan, como si simplemente estuvieran viviendo esas escenas en la vida real.

El guion, a menudo aparentemente simple, es en realidad una obra maestra de sutileza. No hay diálogos grandilocuentes ni flashbacks excesivos. La fuerza de la película reside en la forma en que se transmiten las emociones y los pensamientos de los personajes a través de sus gestos, sus miradas y sus silencios. Las historias que se cuentan, sobre el pasado, los sueños rotos y las decepciones amorosas, son sutiles pero profundamente resonantes. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas sobre el destino, la libertad y la importancia de las relaciones humanas. La voz en off, utilizada con maestría, añade una capa adicional de reflexión y contextualiza las vivencias de las jóvenes en un paisaje social complejo.

En definitiva, “Aya de Yopougon” es una película que te roba el corazón con su autenticidad, su belleza y su capacidad para hacernos reflexionar sobre la condición humana. Es una joya cinematográfica que merece ser descubierta y apreciada.

Nota: 8.5/10