Ayer, hoy y siempre (1991)

“Ayer, hoy y siempre” (Yesterday, Today and Tomorrow) es una película que, a pesar de su premisa aparentemente sencilla, emerge como una meditación conmovedora y profundamente humana sobre el amor, la pérdida y la persistencia del espíritu en medio del caos. Dirigida por Richard Attenborough, la película se centra en la historia de Eddie (James Caan) y Dixie (Bette Midler), dos figuras extremas unidas por un pasado trágico y una inquebrantable determinación de brindar apoyo a los soldados estadounidenses a través de tres conflictos bélicos. La película no busca glorificar la guerra, sino, en cambio, explorar el impacto devastador que tiene en las familias y el coraje silencioso que exhiben aquellos que se levantan para ayudar a los demás.

La dirección de Attenborough es magistral, logrando un equilibrio delicado entre drama personal y dramatismo bélico. Nunca se siente excesivamente propagandística; en su lugar, nos presenta a personajes complejos, con motivaciones ambiguas y una profunda necesidad de conexión humana. La película se mantiene centrada en las emociones de los protagonistas, evitando caer en clichés y rodeos innecesarios. La paleta de colores, que evoluciona a medida que transcurren las décadas, refleja perfectamente la transformación emocional de los personajes y el paso del tiempo. Particularmente acertado es el uso del blanco y negro en las escenas de la Segunda Guerra Mundial, creando una atmósfera de silencio y desolación que contrasta con la vibrante paleta de colores de los años 50 y 60.

Las actuaciones son, sencillamente, excepcionales. James Caan, que en esa época todavía era un joven actor, ofrece una interpretación desgarradora de Eddie, un hombre obsesionado con la fama y la atención, pero que oculta un profundo sentimiento de arrepentimiento. Su personaje es, a primera vista, cínico y vanidoso, pero a medida que la película avanza, se revela una vulnerabilidad conmovedora. Bette Midler, en el papel de Dixie, entrega una actuación sublime, transmitiendo con sutileza el dolor de una pérdida irreparable y la fuerza interior que le permite seguir adelante. La química entre ambos actores es palpable, aportando una profundidad emocional al núcleo de la película. El resto del reparto secundario, incluyendo a Robert Duvall como el general, complementa a la perfección el ambiente y los personajes.

El guion, coescrito por Attenborough y William Schrader, es una de las mayores fortalezas de la película. Evita las simplificaciones y se adentra en las complejidades de la experiencia humana en tiempos de guerra. La película no solo muestra la brutalidad de los enfrentamientos bélicos, sino también las pequeñas alegrías, las amistades inesperadas y la esperanza que se aferra incluso en las circunstancias más oscuras. La trama no está enfocada en la acción bélica en sí, sino en los efectos secundarios emocionales del conflicto, en el impacto psicológico de la guerra en los individuos y en las familias. La película también presta especial atención a la evolución de las ideas políticas y sociales a lo largo de las décadas, ofreciendo una visión matizada del contexto histórico en el que se desarrollan los acontecimientos. La película no intenta dictar un mensaje moral, sino estimular la reflexión sobre la naturaleza del heroísmo y la importancia de la empatía.

Nota: 8/10