Azor (2021)

“Azor” es una película de atmósfera densa y personajes complejos que, a pesar de su ritmo pausado, resulta ser una reflexión inquietante sobre el poder, la corrupción y la fragilidad de la moralidad. Yvan De Wiel, interpretado con una precisión glacial por Vincent Cassel, se presenta como un hombre de negocios frío y calculador, un banquero suizo que busca refugio en Argentina durante el gobierno militar, no por altruismo, sino para tomar el lugar de su expareja, una mujer envuelta en una red de secretos y rumores que apuntan a una desaparición brutal. La película no nos ofrece una narrativa convencional de thriller; más bien, se construye lentamente, como un lento torbellino de sospechas y encuentros incómodos.

La dirección de Yvan de Wiel es impecable. Logra, con una paleta de colores sósticoma y una fotografía que evoca tanto la opulencia del lujo como la austeridad de un paisaje inhóspito, crear una sensación de desconcierto constante. El uso del espacio y la iluminación contribuyen a la atmósfera claustrofóbica que impregna la película, intensificando la sensación de que todo es una mentira, un juego de apariencias. La Argentina de 1976, plasmada con respeto y, a la vez, con una mirada crítica, no es solo un telón de fondo, sino un personaje en sí mismo, un lugar donde la ley no existe y el miedo es la moneda de cambio.

Vincent Cassel ofrece una actuación que definirá para muchos el núcleo de la película. Su Yvan es un hombre que aparenta indiferencia, pero que se insinúa un tormento interior, una vulnerabilidad que nunca se revela por completo. La relación entre Cassel y el otro banquero, interpretado con una mirada calculadora por Niels Högel, es particularmente convincente. Se trata de un duelo sutil, basado en la manipulación y la posesión, más que en la confrontación directa. La química entre los dos actores es palpable, generando una tensión que se siente a lo largo de toda la película. El guion, aunque a veces excesivamente lento, es inteligente y plantea preguntas importantes sobre la responsabilidad individual frente a la complicidad en actos de opresión. La película no juzga abiertamente, sino que invita a la reflexión sobre la complicidad, la necesidad de la inacción y el precio del silencio.

Sin embargo, la película no está exenta de ciertas fallas. El ritmo pausado, aunque contribuye a la atmósfera, puede resultar tedioso para algunos espectadores. Además, algunos personajes secundarios, aunque bien interpretados, no llegan a desarrollarse plenamente, quedando relegados a meros elementos de la trama. A pesar de estos pequeños defectos, “Azor” es una película visualmente impactante, con una fuerte carga emocional y un mensaje que resuena mucho más allá del contexto histórico en el que se desarrolla. Es una obra que invita a la contemplación y a la discusión, y que deja una impresión duradera en el espectador.

Nota: 7.5/10