“Babadook” (2014) de Jennifer Kent no es una película de terror convencional, sino una inquietante y sofisticada exploración de la maternidad, el duelo y el trauma. Más que ofrecer sustos fáciles, la película construye un ambiente de creciente desesperación y paranoia, utilizando el monstruo ficticio como una metáfora poderosa de los demonios internos que atormentan a Amelia y, por extensión, a cualquier madre que lidia con la pérdida y el miedo.
El guion, meticulosamente elaborado, se centra en la lenta desintegración de la familia Crane. Kent, con una mano firme y paciente, evita los clichés del género y se concentra en la atmósfera. La película se construye sobre la fragilidad del matrimonio de Amelia y la lucha por mantener una fachada de normalidad tras la muerte de su esposo. El desarrollo del personaje de Samuel, interpretado magistralmente por Noah Wiseman, es particularmente brillante. La inocencia y el miedo infantil, expresados a través de su creencia en el Babadook, son tanto creíbles como profundamente conmovedores. La forma en que la película visualiza estos miedos, a través de sus dibujos y las apariencias del monstruo, es esencial para la construcción de la tensión y el simbolismo.
Lena Headey ofrece una actuación deslumbrante como Amelia. Evita la melodramatización, mostrando la angustia y el hastío de una madre abrumada. Headey logra transmitir la desorientación y el miedo de Amelia con una sutileza que es, a mi juicio, lo más impactante de la película. La relación entre Amelia y Samuel es el núcleo emocional de la historia, y Headey y Wiseman logran establecer una conexión genuina que es fundamental para el éxito de la película. Las actuaciones secundarias, incluyendo la de Toby Wallace como la vecina de Amelia, son sólidas y cumplen su propósito dentro de la narrativa.
Visualmente, “Babadook” es una obra maestra de la atmósfera. La cinematografía de Benjamin Genocchio utiliza la luz y la sombra para intensificar el miedo y la sensación de claustrofobia. La casa de los Crane se convierte en un personaje más, una prisión llena de secretos y presencias invisibles. El diseño de producción es impecable, creando un espacio que es a la vez inquietante y familiar, reforzando la idea de que el horror reside en lo cotidiano. La banda sonora, minimalista y efectiva, contribuye significativamente a la tensión constante que impregna la película. La película, a pesar de su lentitud, mantiene una tensión constante, no recurriendo a sustos baratos, sino a una sensación palpable de incomodidad.
En definitiva, “Babadook” es una película perturbadora, inteligente y emocionalmente resonante que explora temas profundos con una sensibilidad excepcional. No es para todos los públicos, pero para aquellos que aprecien el cine que va más allá del entretenimiento superficial, es una experiencia inolvidable. Es una película que te persigue mucho después de que terminan los créditos.
Nota: 8.5/10