Baby Driver (2017)

“Baby Driver” es mucho más que una película de acción estilizada; es una oda a la música, un estudio de personajes con una chispa de crítica social y una experiencia cinematográfica inolvidable. Edgar Wright, el director, no solo demuestra su habitual maestría visual, sino que logra crear un mundo subterráneo vibrante y original, impulsado por una banda sonora que, en realidad, es el verdadero protagonista de la narrativa.

La dirección de Wright es, sin duda, su punto más fuerte. Cada escena está meticulosamente coreografiada, con transiciones de cámara y efectos visuales que parecen inspirarse en la estética de los videoclips y la cultura underground de los años 70 y 80. La película está plagada de referencias musicales, pero Wright no se limita a la mera inclusión; utiliza la música para definir el ritmo, la atmósfera y el estado emocional de los personajes. Desde los clásicos del funk y soul hasta las incursiones en el synthwave, la banda sonora no es un simple acompañamiento, sino una extensión de la historia y del personaje de Baby.

Ansel Elgort, como Baby, ofrece una actuación que equilibra la vulnerabilidad con la frialdad calculadora de un profesional. Si bien su personaje puede resultar a veces un tanto distante, Elgort logra transmitir la complejidad de un joven atrapado entre el deseo de escapar de su pasado y la necesidad de proteger a aquellos que ama. La química entre Elgort y Lily James es palpable y añade una dimensión emocional a la trama. No obstante, la película podría haberle dado algo más de profundidad a algunos personajes secundarios, aunque la dirección está tan enfocada en Baby y su entorno que, en ocasiones, se pierde ese enfoque.

El guion, en general, es sólido y adictivo, aunque no exenta de clichés del género. La trama principal, centrada en una serie de robos, mantiene al espectador enganchado gracias a su ritmo frenético y a la constante tensión. Sin embargo, la película aborda temas como la adicción, la violencia y la marginalidad sin profundizar demasiado, optando por centrarse en la acción y el entretenimiento puro. A pesar de esto, la película logra transmitir una crítica sutil sobre las consecuencias de las decisiones impulsivas y la búsqueda de la libertad individual, aunque la trama, en ocasiones, se siente un tanto superficial.

A pesar de algunos defectos menores, “Baby Driver” es una película que se disfruta al máximo, tanto por su aspecto visual como por su banda sonora. Edgar Wright firma un trabajo ambicioso y personal, que reivindica la importancia de la música en el cine y que ofrece una experiencia cinematográfica única. Es una película que merece ser vista, escuchada y disfrutada en la pantalla grande.

Nota: 8.5/10