Baby Ruby (2023)

“Baby Ruby” no es un melodrama fácil, ni una crítica sencilla sobre la superficialidad de las redes sociales. Es una lente perturbadora sobre la desintegración de la identidad, el aislamiento y la angustia que pueden acechar incluso a quienes parecen navegar con éxito en el mundo virtual. La película, bajo la dirección de Lucy Dickins, logra un tono inquietante y claustrofóbico que se adhiere a la protagonista, Ruby (interpretada por un increíblely vulnerable Alice Lowe), desde el primer minuto. Dickins, con un control preciso, evita el sentimentalismo gratuito, optando por un realismo crudo y a veces brutal que hace que la experiencia sea visceralmente incómoda. Es una película que no te da respuestas fáciles, y eso es precisamente su mayor fortaleza.

Alice Lowe ofrece una actuación magistral. La sutileza en su interpretación es impresionante; Ruby no es simplemente una mujer que lucha contra la depresión postparto; es una construcción, un personaje cuidadosamente diseñado para proyectar una imagen de perfección en las redes sociales. Lowe consigue transmitir la creciente desesperación debajo de esa máscara, la lucha interna palpable en cada mirada, en cada gesto. Observar su lenta erosión, tanto física como emocional, es desgarrador. El resto del reparto, aunque limitado, complementa a la perfección la actuación de Lowe. La dinámica con su marido, Ben (Robert Montgomery), se siente genuinamente tensa y problemática, reflejando la creciente desconexión que ambos experimentan. También se destaca la figura de la doula, Hannah (Chloe Taylor), un personaje crucial que añade una capa de complejidad a la narrativa. Su presencia, inicialmente prometedora como un apoyo, se convierte en un recordatorio constante de la falta de conexión y de la insatisfacción de Ruby.

El guion, escrito por Dickins y Lowe, se beneficia enormemente de su co-autoría. La trama se construye gradualmente, permitiendo que la tensión aumente sin recurrir a clichés. La película no se concentra en los momentos dramáticos y grandiosos, sino en las pequeñas, aparentemente insignificantes, conversaciones y acciones que revelan la verdadera profundidad del problema. El uso de la cámara, predominantemente interior y enfocada en el rostro de Ruby, intensifica la sensación de confinamiento y la vulnerabilidad. La iluminación, con tonos fríos y apagados, contribuye a la atmósfera opresiva. Sin embargo, la película no se toma a la perfección de las redes sociales como un problema exclusivo de las influencers. Más bien, explora la idea de que las expectativas, tanto internas como externas, pueden ser devastadoras, independientemente del nivel de éxito que se alcance. El contraste entre el mundo virtual aparentemente perfecto y la realidad emocionalmente turbulenta de Ruby es el núcleo de la película y la fuente de su inquietante impacto.

Aunque el ritmo puede resultar un poco pausado para algunos espectadores, la película recompensa la paciencia con una exploración honesta y provocadora de temas como la maternidad, la salud mental y la presión social. "Baby Ruby" no busca ofrecer soluciones fáciles, sino más bien, plantear preguntas incómodas sobre la naturaleza de la felicidad, la búsqueda de la perfección y el costo de mostrarse “perfecto” al mundo. Es una película que te seguirá inquietando mucho después de que termine, y que te hará reflexionar sobre el verdadero significado de la conexión humana.

Nota: 7/10