Babylon (2022)

“Babylon” es una avalancha de imágenes, sonidos y sensaciones, una oda exuberante y a la vez profundamente melancólica a los albores de la industria cinematográfica. Damien Chazelle, conocido por su visión frenética y su habilidad para capturar la energía de una época, nos transporta a Los Ángeles de los años 20, un vertiginoso y deslumbrante torbellino de locura y oportunidad. La película no ofrece una recreación histórica, sino una intensa exploración del espíritu de una era, del hambre insaciable de fama y la caída inevitable que suele acompañar a la búsqueda del éxito.

La dirección de Chazelle es, sin duda, el principal motor de la película. Su puesta en escena es impresionante: espectaculares planos secuencia, colores vibrantes que saturar cada imagen, una banda sonora omnipresente que se infiltran en cada escena. El uso del sonido, especialmente, es magistral, desde las frenéticas sesiones de grabación hasta los opulentos bailes nocturnos, creando una atmósfera de euforia y desenfreno. Chazelle no se limita a mostrar la época; la siente, la vive a través de sus personajes. El ritmo, aunque a veces vertiginoso, es deliberado; se busca la inmersión, la sensación de estar atrapado en ese mundo de delirio.

Las actuaciones son, en su mayoría, impecables. Margot Robbie, en el papel de Nellie LaRoy, una aspirante a estrella con una sed insaciable de fama, entrega una interpretación descarada y profundamente conmovedora. Su personaje es un arquetipo del espíritu pionero, una mujer audaz y rebelde que desafía las convenciones sociales con una energía contagiosa. Brad Pitt, como Jack Conrad, un cineasta en decadencia que lucha por aferrarse a su pasado, ofrece una actuación sutil pero poderosa. Su mirada, cargada de nostalgia y resignación, es el corazón de la película. El elenco de apoyo, que incluye a Diego Calva como Manny Torres y Olivia Wilde como Madeleine, también se destaca con interpretaciones sólidas y memorables.

El guion, a pesar de su extensión y la abundancia de detalles, presenta algunos momentos que podrían haberse pulido. Si bien la película logra transmitir la atmósfera de la época, en ocasiones el diálogo resulta algo expositivo y la trama, aunque dinámica, puede sentirse un tanto confusa. La película se enfoca demasiado en la descripción de la locura y la decadencia, sacrificando, a veces, la profundidad emocional que podría haber enriquecido la historia. La ambición de Chazelle de abarcar tantas historias, aunque admirable, le cuesta darles el tiempo y la atención que merecen.

A pesar de estas pequeñas inconsistencias, “Babylon” es una experiencia cinematográfica innegablemente impactante. Es un espectáculo visual y auditivo que celebra la audacia, la creatividad y la fragilidad de los sueños. Es un homenaje, a la vez, a una época dorada y a la condición humana en su búsqueda de significado y trascendencia. La película es un riesgo, y, en gran medida, un éxito.

Nota: 7.5/10