Bad Ben (2016)

“Bad Ben” es una película que se construye lentamente, un thriller psicológico que, a pesar de su premisa relativamente sencilla, consigue generar una atmósfera de inquietud constante. La propuesta, centrada en Tom Riley (Nigel Bach), un inversor que compra una casa a un precio irrealmente bajo y se enfrenta a sucesos inexplicables, es intrigante desde el principio, y el director parece entender la importancia de la sugerencia en lugar de la espectacularidad. La película no recurre a sustos fáciles, sino que se alimenta de la tensión acumulada, gracias a la omnipresencia de las cámaras de seguridad que, desde el inicio, sirven como un elemento narrativo crucial y, al mismo tiempo, como una forma de deshumanizar a su protagonista. Esta decisión es particularmente efectiva, ya que nos coloca en la posición de espectador incómodo, testigo silencioso de los sucesos que presagian un descenso a la locura.

La dirección de arte contribuye significativamente a la atmósfera general de la película. La casa, con sus paredes descascaradas y su luminosidad apagada, se siente como un lugar que guarda un secreto, un lugar que ha presenciado tragedias. Los detalles, desde el polvo acumulado en los muebles hasta las grietas en las paredes, hablan por sí mismos, y la banda sonora, minimalista y llena de sutiles dissonancias, acentúa la sensación de que algo está mal. Sin embargo, la película podría haber beneficiado de una mayor exploración de las motivaciones de Tom. Aunque Nigel Bach ofrece una interpretación sólida, la actuación a veces se siente un poco superficial, enfocándose más en la reacción que en la comprensión interna del personaje. Su duda, su paranoia y, finalmente, su locura, se presentan más como reacciones físicas que como un proceso mental complejo.

El guion, por otro lado, es donde la película encuentra sus mayores fortalezas y debilidades. La idea de la red de cámaras de seguridad es brillante, y su uso para documentar los sucesos en la casa es innovador. Se generan momentos de verdadera tensión y suspense, y la película juega con la percepción del espectador, haciéndonos cuestionar la veracidad de lo que vemos y lo que estamos presenciando. No obstante, el final, aunque intrigante, se siente un poco abrupto y con algunas lagunas argumentales que podrían haber sido mejor explicadas. La resolución, aunque impactante, no ofrece suficientes respuestas y deja al espectador con más preguntas que certezas. Se percibe una cierta ambigüedad deliberada, que funciona mejor en el cine de terror clásico, pero aquí, a veces, resta fuerza a la narrativa.

A pesar de sus fallos, “Bad Ben” es una película que merece la pena ver, especialmente para aquellos que disfrutan de los thrillers psicológicos lentos y atmosféricos. Es un ejemplo de cómo una premisa simple puede ser llevada a cabo con maestría, generando una experiencia inquietante y memorable. No es una película para dormir, pero sí es una experiencia que te hará pensar en los secretos que pueden ocultarse en las paredes de una casa, y en la fragilidad de nuestra percepción de la realidad.

Nota: 7/10