Bajo cero (2010)

“Bajo cero” no es la comedia de terror invernal que muchos esperaban, pero a la vez, es una experiencia cinematográfica inquietante y sorprendentemente efectiva. La película, dirigida por Gareth Evans, se adentra en un territorio de claustrofobia y paranoia, utilizando el escenario de una estación de esquí abandonada y sumida en la oscuridad como un símbolo potente de aislamiento y la fragilidad de la condición humana.

El guion, aunque inicialmente plantea una premisa casi absurda -un grupo de snowboarders varados en una estación de esquí con el suministro eléctrico cortado- rápidamente se transforma en una exploración visceral de la supervivencia y de la psicología en sus límites. Evans evita caer en la simple repetición de clichés del género, priorizando la construcción gradual de la tensión. La ambientación es impecable; el frío no es solo un elemento decorativo, sino un antagonista activo, que se siente tanto en las paredes como en la mente de los personajes. El guion se beneficia de la lentitud, permitiendo al espectador sentir el peso de cada decisión, cada momento de desesperación, cada alza de temperatura en la que se tambalean al borde del abismo.

El reparto, liderado por Sam Claflin, Ben Whishaw, y Joe Cole, ofrece interpretaciones sólidas, aunque la premisa, en su esencia, es un desafío para cualquier actor. La dinámica grupal es lo que realmente impulsa la narrativa. Observamos cómo la presión extrema revela verdades ocultas, amistades tensas y la capacidad, o la falta de ella, para colaborar ante la adversidad. Claflin, en particular, transmite un miedo genuino y una creciente desesperación convincentes. La película no se centra en la acción tradicional, sino en la lucha interna de cada personaje, en su lucha por mantener la cordura y la moralidad en un entorno que deshumaniza la existencia.

Sin embargo, la película no está exenta de fallos. La resolución, aunque impactante, puede resultar un tanto artificiosa para algunos espectadores. El ritmo, en ciertos momentos, se vuelve excesivamente pausado, llegando a sentirse casi estancado. A pesar de ello, la dirección de Evans, con su meticulosa atención al detalle y su habilidad para crear atmósferas tensas, es innegablemente destacable. La fotografía es impecable, jugando con la luz y la sombra para amplificar la sensación de peligro y desolación. “Bajo cero” es, en definitiva, una película que desafía al espectador a confrontar sus propios miedos y a reflexionar sobre la naturaleza de la supervivencia.

Nota:** 7/10