Balada triste de trompeta (2010)

“Balada triste de trompeta”, la obra maestra de Luis García Berlanga, no es una comedia. Es un examen de conciencia, un espejo brutal sobre la barbarie humana envuelto en el barniz de un circo desgarrador. La película, ambientada en la España de la Guerra Civil, no ofrece risas fáciles, sino una reflexión sombría sobre la pérdida de la humanidad bajo la sombra de la violencia y la hipocresía.

Berlanga, con una maestría innegable, construye una atmósfera de constante tensión, palpable desde la secuencia inicial con los monos aullando en su jaula, un símbolo perturbador de la deshumanización. La película se centra en Javier y Sergio, dos payasos desfigurados, figuras grotescas que, tras un brutal enfrentamiento en el frente, se ven obligados a continuar representando en un circo que se convierte en un escenario de horror y una metáfora de la guerra. Sus personajes, interpretados con una intensidad visceral por los magníficos Agustín Toscano y Fernando Sancho, son profundamente complejos y moralmente ambiguos. No son héroes ni villanos; son seres humanos atrapados en un conflicto que les ha destrozado la identidad y les ha forzado a mantener una máscara, una farsa que oculta la devastación interna.

La dirección de Berlanga es impecable. La composición de los planos es meticulosa, jugando con la luz y la sombra para acentuar el drama y la desesperación. El uso del color, aunque limitado, es evocador, con los tonos apagados y la paleta de grises que reflejan la atmósfera opresiva de la época. La banda sonora, compuesta por Manuel Garbow, es inquietante y contribuye a la atmósfera de angustia y desolación. Se siente que cada fotograma tiene un propósito, una intención que guía al espectador a través de este laberinto de emociones.

El guion, adaptado de la novela de Camilo Zambrano, es extraordinariamente sutil y poderoso. Evita la exposición directa, dejando que las acciones y los diálogos revelen la verdad. La relación entre Javier y Sergio, marcada por una rivalidad contenida y una atracción prohibida, es la columna vertebral de la película y se desarrolla con una elegancia inquietante. La danza de la bailarina, interpretada con una belleza melancólica por LolaRenault, no es solo una secuencia estética; es la representación del deseo, la fragilidad y la esperanza en medio de la desesperación. La ambigüedad moral se extiende a todos los personajes, incluso a los que representan la "luz" del bando republicano, desmitificando cualquier ideal de virtud o superioridad.

“Balada triste de trompeta” no es una película fácil de ver, pero es una experiencia cinematográfica profundamente resonante. Es una obra que persiste en la memoria, que nos obliga a confrontar la oscuridad de la condición humana y a cuestionar las razones detrás de la violencia. Una película que, a pesar de su contexto histórico, sigue siendo terriblemente relevante en la actualidad.

Nota: 9/10