Bambi (1942)

“Bambi” (1942), lejos de ser solo una película infantil, es una obra maestra del expresionismo alemán que, tras casi ocho décadas, sigue provocando reflexiones sobre la pérdida de la inocencia, la fragilidad de la vida y la inevitabilidad del dolor. La película, adaptada de la novela infantil de Felix Salten, se trasciende su premisa fantástica al explorar la complejidad de la naturaleza y la lucha por la supervivencia en un mundo implacable. Desde el primer momento, la dirección de Clyde Gerkin y Ward Kimball, con la maestría de Earl Lewis en la composición y la puesta en escena, nos sumerge en un mundo visualmente deslumbrante y profundamente emotivo.

La película se centra en el joven cervatillo Bambi, interpretado con una ternura inigualable por el joven Roger E. Davis. La dirección de arte es absolutamente magistral, creando un bosque vibrante y realista. Los colores, especialmente el verde esmeralda de la pradera y el azul profundo del lago, evocan una sensación de asombro y maravilla. La fotografía, innovadora para su época, utiliza la luz y la sombra de manera simbólica, intensificando las emociones de cada escena. No obstante, la belleza del bosque no es una mera fachada; es un refugio precario, siempre amenazado por la fragilidad de la existencia.

Las actuaciones son particularmente memorables. La interpretación de Davis como Bambi es pura vulnerabilidad, transmitiendo con cada mirada, con cada movimiento, el miedo, la confusión y, eventualmente, la tristeza. Sin embargo, la película se erige sobre el peso de su ausencia. La pérdida de sus padres, debido a la ambición de un cazador, es un evento devastador, presentado con una crudeza sorprendente para la época. La película no busca una glorificación del cazador, sino que, a través de la angustia de Bambi, revela la brutalidad de la naturaleza y la casualidad de la muerte. El personaje de Faline, interpretada por a la vez por Spring Byer y Lillian Crane, emerge como un símbolo de la inocencia y la belleza, cuya pérdida acentúa aún más la tragedia.

El guion, si bien se centra en la narrativa simple de un joven cervatillo, logra abordar temas complejos como la responsabilidad, la pérdida y el ciclo de la vida y la muerte. La película no intenta ser didáctica, sino que, a través de la experiencia de Bambi, nos invita a reflexionar sobre nuestra propia relación con la naturaleza y sobre el impacto de nuestras acciones. La forma en que se representa la caza es especialmente inquietante, mostrando la deshumanización del acto y la indiferencia del cazador, reforzando la idea de que la naturaleza no perdona. La música, compuesta por Irwin Saltzman y Frederick Hollander, amplifica las emociones de cada escena, con temas conmovedores y melodías inconfundibles que graban profundamente en la memoria.

“Bambi” no es una película fácil de ver. Es una experiencia emocionalmente intensa que requiere de la sensibilidad del espectador. Pero, a pesar de su trágico final, es una película esencial que continúa siendo relevante en el siglo XXI. La belleza de su cinematografía, la fuerza de sus actuaciones y la profundidad de su mensaje la convierten en una obra maestra atemporal.

Nota: 9/10