Bart Got a Room (2008)

“Bart Got a Room” es un ejercicio de incomodidad deliberada, una pequeña joya incómoda que se aferra a la vergüenza ajena y al absurdo con una tenacidad admirable. La película, dirigida con una sutileza casi quirúrgica por Jay Duplass, no busca el aplauso fácil; en cambio, se instala en la quietud del deseo reprimido, la incomprensión social y la desesperación contenida, y logra crear una atmósfera de tensión palpable, incluso cuando las situaciones son, en esencia, ridículas. La película se centra en Danny Stein, interpretado con una vulnerabilidad conmovedora por Jesse Eisenberg, un joven que se ha obsesionado con Camille, su amiga de la infancia, quien parece estar inalcanzable. Su tormento se agrava cuando descubre que Bart, el chico más torpe de la escuela, ha conseguido una cita para el baile, lo que desencadena un viaje personal de auto-descubrimiento, aunque este viaje se ve constantemente interrumpido por el humor negro y la frustración.

Eisenberg, como suele hacer, ofrece una actuación sutil y magistralmente contenida. Su Danny no es un héroe; es un tipo patético, lleno de inseguridades y con una incapacidad innegable para conectar con las personas. El actor consigue transmitir la desesperación, el miedo al rechazo y la intensa necesidad de validación a través de pequeños gestos, miradas y silencias. La química entre Eisenberg y Zoe Kazan, quien interpreta a Camille, es fundamental para el éxito de la película. No es una química romántica en el sentido tradicional; es una relación de amistad compleja y llena de matices, marcada por la incomodidad, la nostalgia y un profundo deseo no expresado. Kazan logra evocar la melancolía de un personaje que ha perdido la esperanza y a la vez mantiene una cierta distancia emocional, creando una figura enigmática y atractiva.

La dirección de Duplass es el corazón palpitante de la película. Utiliza un lenguaje visual minimalista, empleando planos cerrados y una paleta de colores apagados que refuerzan la atmósfera de introspección. Las escenas son largas y pausadas, permitiendo que los actores exploren las profundidades de sus personajes y que el espectador absorba la sensación de incomodidad que impregna la película. El guion, coescrito por Duplass y Jesse Eisenberg, es inteligente y provocador. Evita los clichés del melodrama romántico y se centra en la exploración de la fragilidad humana. Si bien la historia puede parecer absurda en algunos momentos, es precisamente esta característica lo que la hace tan resonante. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que invita a la reflexión sobre la naturaleza del deseo, la búsqueda de la identidad y la dificultad de establecer conexiones significativas.

“Bart Got a Room” no es una película para todos los gustos. Es una película lenta, incómoda e incluso un poco pesada. Pero si estás dispuesto a sumergirte en su atmósfera particular y a prestar atención a los pequeños detalles, te recompensará con una experiencia cinematográfica memorable. Es una pequeña obra maestra del cine independiente, una película que permanece en la memoria mucho después de que los créditos finales han terminado de rodar. No busca ser divertida, sino ser honesta sobre el dolor y la vulnerabilidad que nos definen.

Nota: 7/10