“Baskin” no es una película que se disfruta a primera vista, sino que se experimenta. Can Evrenol, el director, nos sumerge en un horror psicológico y visceral que trasciende lo puramente “jump-scare” para instalar una atmósfera de angustia y desesperación persistente. Basada en su cortometraje de 2013, la película se expande considerablemente, ofreciendo un universo narrativo mucho más complejo y perturbador que inicialmente se sugiere.
La historia, en esencia, es simple: una patrulla policial se adentra en un edificio abandonado y se encuentra con un culto que practica ritos oscuros. Pero la clave de “Baskin” reside en el detalle, en la meticulosa construcción de la atmósfera. Evrenol domina el arte de la tensión, construyéndola progresivamente a través de la iluminación, el sonido y las imágenes. La cinematografía, con su uso prominente del blanco y negro, evoca el cine negro clásico, pero con una cualidad inquietante y moderna. Hay una notable preferencia por planos cerrados, que intensifican la sensación de claustrofobia y vulnerabilidad de los personajes.
Las actuaciones son sólidas, pero, comprensiblemente, no se basan en un gran despliegue de carisma. Los actores logran transmitir la creciente paranoia y el terror genuino de sus personajes. Destaca especialmente la actuación de los agentes, quienes se ven arrastrados por un horror que supera cualquier entrenamiento policial. La película no se centra en héroes, sino en individuos comunes enfrentándose a lo inexplicable, lo que refuerza la sensación de relatabilidad y, al mismo tiempo, la impotencia ante la amenaza.
El guion, adaptado del corto original, es sorprendentemente inteligente y, a veces, enigmático. Evrenol evita explicaciones fáciles, dejando que gran parte del horror surja de la sugestión y de la ambigüedad. Los ritos del culto son vagamente descritos, lo que permite que la imaginación del espectador se involucre plenamente. La película no se guía por la lógica convencional, sino que explora temas como la fe, la pérdida y la naturaleza del mal, aunque de una forma profundamente perturbadora. El ritmo es deliberadamente lento, creando un efecto acumulativo que se intensifica hasta el final.
Es importante señalar que “Baskin” no es para todos los públicos. Es brutal, explícita en algunos momentos y requiere una mente abierta. Sin embargo, para aquellos que disfrutan del horror atmosférico y que buscan una experiencia cinematográfica que les acompañe mucho después de que los créditos finales hayan terminado, esta película es una obra maestra. Evrenol ha creado un universo narrativo inquietante y original, consolidando su posición como uno de los directores más interesantes y prometedores del género.
Nota:** 8/10