Batman y Robin (1997)

“Batman y Robin” es un título que, inevitablemente, evoca una mezcla de nostalgia y horror. Veintiocho años después de su estreno, la película sigue siendo un punto de referencia para la comedia paródica de superhéroes, y, siendo honesto, una experiencia cinematográfica que se disfruta mejor con una buena dosis de auto-conciencia y un vaso de algo fuerte. La película, dirigida por Joel Schumacher, es una cinta que, en su época, fue percibida como un error grotesco, una desviación flagrante del espíritu de la serie de cómics y un intento descarado de apelar al público más joven con humor barato y efectos especiales ostentosos. Hoy, la re-evaluación es más matizada, permitiéndonos apreciar, quizás, algo de la audacia y el sinsentido con el que Schumacher se atrevió a romper con la tradición.

La dirección de Schumacher se caracteriza por un estilo visual recargado, una atmósfera sombría y un uso excesivo de la tecnología, que crean un Gotham aún más decadente y artificial que en otras interpretaciones. Los colores, la música y la iluminación son deliberadamente estridentes, buscando desesperadamente captar la atención del espectador. Sin embargo, esta sobrecarga visual acaba resultando abrumadora, llegando a crear una sensación de incomodidad y desconcierto. La banda sonora, compuesta por Danny Elfman, es grandilocuente y paródica, empleando elementos de música clásica y pop para reforzar el tono cómico absurdo de la historia. Aunque las interpretaciones musicales son memorables, el exceso de utilización de la música detracta de la tensión y la dramaticidad que se intentarían transmitir.

Las actuaciones son, en general, decentes, pero no brillan por su profundidad. George Clooney, en el papel de Batman, transmite la seriedad y el peso que el personaje requiere, pero carece del carisma y la vulnerabilidad que se esperaría de un Caballero Oscuro. Val Kilmer, como Robin, se limita a una sucesión de payasadas y chistes fáciles, sin profundizar en el personaje. Uma Thurman, como Poison Ivy, ofrece una actuación interesante, dotando a su villana de un toque de complejidad y un deseo comprensible, aunque su antagonismo se ve eclipsado por la atmósfera general de ridiculez. Michael Keaton, en un breve cameo, aporta un respiro de la locura que lo rodea, recordándonos el Batman que Schumacher parecía venerar.

El guion es, sin duda, el punto más débil de la película. Las tramas secundarias son innecesarias y redundantes, los diálogos son torpes y los chistes no alcanzan la gracia que se pretende. La historia es simplista y carente de sustancia, centrándose en la acción superficial y los momentos cómicos baratos. La película intenta ser una parodia del género de superhéroes, pero termina siendo una imitación deslucida de otras comedias más inteligentes y efectivas. Se intenta crear situaciones ridículas, pero, a menudo, la falta de un guion sólido resta credibilidad a las mismas.

En definitiva, “Batman y Robin” es una película difícil de recomendar. Es un ejemplo paradigmático de una película que se ha ganado una mala fama merecida, pero también es una experiencia curiosa y, en cierta medida, entretenida. Si se aborda con la perspectiva correcta, es posible encontrar un cierto valor de entretenimiento en su locura absoluta.

Nota: 4/10