Bean, lo último en cine catastrófico (1997)

“Bean, lo último en cine catastrófico” no es simplemente una comedia; es una experiencia cinematográfica que requiere una inmensa dosis de paciencia y un profundo amor por la excentricidad de Rowan Atkinson. La película, con una clara inspiración en los cortometrajes clásicos de Mr. Bean, se presenta como una comedia de errores, pero se encuentra a menudo al borde del absurdo, oscilando entre momentos de genuino humor y pasajes que, simplemente, resultan exasperantes. La premisa, aparentemente sencilla –un vigilante de arte con un historial impecable de desastres enviando un malentendido a Estados Unidos– se utiliza para crear un escenario para la perpetua torpeza de Bean, y en este sentido, la película cumple su promesa, aunque con una ejecución que no siempre es la más brillante.

La dirección de Rob McKenny es funcional, pero carente de una visión particular. Se concentra en documentar la incompetencia de Bean, pero sin aportar elementos visuales que la elevan por encima de lo trivial. Hay escenas que podrían haber sido mucho más impactantes si se hubieran aprovechado mejor los planos secuencia, la cámara rusa o cualquier otra técnica narrativa que pudiera amplificar el humor y la confusión. Se nota una apuesta segura, una búsqueda del placer inmediato de ver a Bean tropezando, pero no se arriesga lo suficiente para ofrecer algo realmente memorable.

Rowan Atkinson, por su parte, ofrece una actuación magistral, como siempre. El retrato de Mr. Bean es convincente en su incapacidad para comprender las normas sociales, su dificultad para realizar tareas sencillas y su total desconexión con la realidad que le rodea. Sin embargo, incluso con la inigualable presencia de Atkinson, el guion se queda a menudo corto. Las situaciones se repiten, los chistes pierden fuerza y la trama avanza a un ritmo lento y poco dinámico. El humor a menudo se basa en el golpe de suerte y la casualidad, en lugar de en diálogos inteligentes o situaciones elaboradas. Se siente como si las ideas se hubieran quedado en un nivel superficial, buscando provocar risas a toda costa pero sin llegar a profundizar en el personaje ni en la historia.

No obstante, “Bean, lo último en cine catastrófico” tiene su encanto. La película está llena de pequeñas dosis de humor físico, observacional y verbal, y los momentos de genuino ingenio, aunque escasos, son suficientes para mantener al espectador entretenido. Además, la película ofrece una oportunidad de redescubrir la comedia de Rowan Atkinson, apreciando su talento y su capacidad para generar situaciones hilarantes a partir de la simpleza de su personaje. Es una comedia que, sin duda, no va a cambiar el mundo, pero que puede ser disfrutada con un buen vaso de vino y una actitud tolerante ante la torpeza de Mr. Bean.

Nota: 6/10