Bedevil (1993)

“Bedevil” no es una película para ver solo si buscas sustos fáciles y trucos visuales de última generación. Es, en cambio, una exploración tenaz y, en última instancia, perturbadora de lo inexplicable, una obra que se instala bajo la piel y permanece como un zumbido persistente mucho después de los créditos finales. La película, dirigida con una elegancia inquietante por Lex Marinos, se presenta como una antología de tres relatos interconectados, cada uno con su propia atmósfera y perturbación particular. La estructura narrativa, aunque aparentemente simple, crea una red de inquietudes que se entrelazan sutilmente, sugiriendo una fuerza más amplia y opaca en juego.

El relato principal, centrado en Rick, un joven aborigen australiano atormentado por la aparición de un soldado ahogado, se erige como el núcleo de la experiencia. La actuación de Jack Charles, un veterano actor australiano con una presencia imponente, es particularmente destacada. No se trata de una actuación grandilocuente, sino de una actuación sutil pero profundamente conmovedora, que transmite la desesperación y el miedo de Rick con una autenticidad palpable. La dirección de Marinos, al rodar el pantano de la Isla de Bribie, aprovecha al máximo la atmósfera opresiva del lugar, convirtiéndolo en un personaje en sí mismo, un testigo silencioso de la tragedia. La historia de Rick es la más personal y, en cierto modo, la más humana del conjunto, abordando temas de trauma, duelo y la conexión con la tierra.

Los otros dos relatos, con Ruby y su familia, y el propietario con sus inquilinos fantasmales, son igualmente efectivos, aunque de maneras distintas. La película no se limita a mostrar eventos sobrenaturales; en cambio, se centra en la psicología de los personajes, explorando cómo estos encuentros con lo inexplicable afectan sus vidas, sus relaciones y su percepción de la realidad. La fotografía de Tracey Moffatt, con su uso del color y la composición, contribuye significativamente a la atmósfera general de la película, creando imágenes que son a la vez hermosas y perturbadoras. El guion, en general, es inteligente y evoca una sensación constante de incomodidad, utilizando el suspenso y la ambigüedad para mantener al espectador al borde del asiento. Sin embargo, la película no rehuye el silencio; permite que la imaginación del espectador rellene los espacios entre los eventos, lo que, en última instancia, la hace más poderosa.

“Bedevil” no es una película para todos los públicos. Es deliberadamente lenta, contemplativa y, a veces, francamente inquietante. Pero si estás dispuesto a sumergirte en un mundo de lo inexplicable, donde los límites entre la realidad y la ficción se desdibujan, y donde el miedo reside en lo que no se ve, esta película te recompensará con una experiencia cinematográfica verdaderamente memorable. La película deja preguntas sin respuesta, fomentando una reflexión sobre la naturaleza de la memoria, el pasado y la fragilidad de la condición humana.

Nota: 8/10