Bel Ami: Historia de un seductor (2012)

“Bel Ami: Historia de un seductor” es, en esencia, una novela de “qué pasaría si”, elevada al cine por la mirada deOlivier Nakakuri y, sobre todo, por la presencia carismática de Robert Pattinson. La película, adaptada de la obra de Julien Savage, no se presenta como una biografía estrictamente factual del periodista y escritor francés Georges Duroy, sino más bien como una reflexión sobre la ambición, la seducción y la construcción de una identidad a través de la manipulación social. Pattinson, lejos de la imagen de chico vampiro que lo consagró, ofrece una interpretación sutil y magnética, en la que la astucia y la vulnerabilidad se entrelazan con una facilidad asombrosa. Su Georges Duroy es un personaje complejo, que despierta tanto admiración como repugnancia, un hombre que, consciente de su atractivo físico y su ingenio, explota al máximo las oportunidades que se le presentan, sin importar las consecuencias morales.

La dirección de Nakakuri logra capturar el ambiente opulento de la París de principios del siglo XX, donde la decadencia moral y la búsqueda del placer son moneda corriente. Las escenas en los salones elegantes, los casinos y los apartamentos de las mujeres influyentes son exquisitamente filmadas, con una atención meticulosa al detalle que sumerge al espectador en el mundo de Duroy. Sin embargo, la película no se queda en la mera estética. El guion, adaptado de la novela original, se centra en el proceso de transformación de Duroy, su ascenso social impulsado por la seducción y el engaño. No se adentra profundamente en los motivos que impulsan a Duroy, relegando la exploración psicológica a un segundo plano. Esto puede resultar frustrante para aquellos que buscan una comprensión más profunda del personaje.

La película, no obstante, resalta la dinámica de poder entre hombres y mujeres, y cómo las relaciones amorosas pueden ser utilizadas como herramientas para el éxito personal. La interpretación de Eiza González como la condesa de Carignan es particularmente destacable, aportando una fuerza y una independencia a la figura femenina, aunque su papel está, en última instancia, sujeto a las necesidades narrativas del personaje de Duroy. La banda sonora, compuesta por Alexandre Desplat, complementa a la perfección la atmósfera de la época y acentúa las emociones de los personajes. Si bien la película no es una obra maestra de la cinematografía, es una experiencia visualmente atractiva y entretenida, que ofrece una mirada interesante a un personaje controvertido y a una época fascinante. La película funciona mejor como un estudio de personaje que como un análisis exhaustivo de la ambición humana.

Nota: 7/10