“Bendita locura” es un debut cinematográfico que, a pesar de algunas fallas, demuestra un innegable talento y una visión fresca del melodrama contemporáneo. La película, dirigida por Francesco Landes, se adentra en la perturbadora y a menudo hilarante realidad de un hombre que ha construido su vida en torno a la fe y la tradición, solo para verse sacudido por la inesperada llegada de la incertidumbre y el deseo. Guglielmo, interpretado con una intensidad conmovedora por Pierfrancesco Favino, es un personaje que, al principio, resulta un poco frío y distante, pero cuya vulnerabilidad se revela progresivamente a medida que se ve forzado a confrontar sus propios límites y a cuestionar sus creencias.
La película no se centra únicamente en la ruptura de Guglielmo con Lidia, sino que explora las consecuencias de esa pérdida en su vida cotidiana y en su relación con su tienda. La introducción de Luna, interpretada por Alba Saggió, es un catalizador de cambio que rompe la monotonía de Guglielmo y lo arrastra a un mundo que él desconoce y, en parte, rechaza. La química entre Favino y Saggió es magistral: la actitud desafiante y provocadora de Luna contrasta a la perfección con el carácter reflexivo y, hasta entonces, bastante rígido de Guglielmo. La relación entre ambos no es un romance tradicional, sino más bien un proceso de aprendizaje mutuo, una especie de choque de culturas que les permite a ambos redescubrirse a sí mismos.
La dirección de Landes es precisa y elegante, con una cuidada puesta en escena que captura la atmósfera de Roma, tanto en sus rincones más tradicionales como en los barrios más modernos y vitales. La fotografía de Vittorio De Sio es especialmente notable, utilizando la luz y la sombra para subrayar los estados de ánimo de los personajes y para crear una atmósfera de melancolía y de inquietud. El guion, adaptado de la obra de teatro homónima de Sabino Ferri, es inteligente y provocador, abordando temas como la fe, el deseo, la soledad y la búsqueda de sentido en la vida. Sin embargo, la película no se queda en la simple comedia romántica, sino que invita a la reflexión sobre la naturaleza humana y sobre la complejidad de las relaciones interpersonales.
Aunque la película a veces se inclina hacia la exageración en algunos de sus momentos cómicos, lo compensa con una honestidad brutal en la representación de la vulnerabilidad y de la confusión que acompaña a la pérdida. La película, en definitiva, es una exploración audaz y a veces desconcertante de la condición humana, un retrato de un hombre que, de repente, se ve obligado a confrontar sus propios demonios y a abrirse a la posibilidad de un nuevo comienzo. Es una película que te hace pensar y te deja con una sensación agridulce, como una promesa incumplida.
Nota: 8/10