“Benedetta” es una película que se aferra a lo ambiguo, a lo inquietante y a lo perturbador, dejando al espectador con una sensación persistente de incomodidad, y eso, en su mayoría, es precisamente lo que la hace tan fascinante. Dirigida por Alice Rohrwacher, la película no se limita a contar una historia; se sumerge en un universo de creencias, deseos y secretos en un convento del siglo XVII, explorando las complejidades de la fe, la sexualidad y el poder en un contexto histórico de profunda tensión religiosa. La cinta, adaptada de la fascinante biografía de Judith C. Brown, no busca glorificar ni demonizar, sino presentar un retrato honesto, aunque a veces crudo, de una mujer en conflicto con su propia identidad y con las rígidas normas impuestas por su entorno.
El guion, escrito en gran medida por Rohrwacher y Erica Pagani, es el corazón de la película. Si bien la trama central, la relación entre la monja abadesa Benedetta (interpretada magistralmente por Fanny Ardant) y la hermana Bartolomea (Martina Gatti), es el motor que impulsa la narrativa, el verdadero interés reside en la exploración psicológica de las personajes. Se profundiza en sus motivaciones, sus miedos, sus dudas, y en la manera en que la creencia religiosa se mezcla con la necesidad humana de conexión y deseo. La película no se contenta con mostrar la relación sexual; la utiliza como herramienta para entender la búsqueda de sentido y la rebelión contra un sistema que intenta controlar la vida de las mujeres.
La actuación de Ardant es sobresaliente. Su Benedetta es un personaje críptico, a veces enigmático, a veces vulnerable, siempre en tensión. Logra transmitir la intensidad de sus visiones y la complejidad de sus emociones con una sutileza impresionante. Gatti, como Bartolomea, complementa a la perfección la figura de Ardant, aportando una vitalidad y una energía que contrasta con la introspección de Benedetta. El resto del elenco secundario, que incluye a Niels Muller como el obispo, realiza un trabajo impecable, dotando de profundidad y credibilidad al entorno conventual.
Rohrwacher, a pesar de la peculiaridad del tema y la estética visual inconfundible de su estilo, consigue mantener el equilibrio entre lo fantástico y lo realista. La película utiliza la atmósfera del norte de Italia, con sus paisajes agrestes y sus pequeñas localidades, para crear un ambiente opresivo y simbólico. Las visiones de Benedetta, aunque a veces abstractas, están integradas de forma orgánica en la narrativa, contribuyendo a la sensación de que la realidad es maleable y que lo divino y lo profano se entrelazan constantemente. La película, sin embargo, podría haberse beneficiado de una mayor densidad argumental en algunos momentos, y el ritmo, en ocasiones, se siente algo pausado. No obstante, la experiencia visual y emocional es potente y memorable.
Nota: 7.5/10