Ben-Hur (1925)

La grandilocuencia histórica de ‘Ben-Hur’ de William Wyler es, a la vez, su mayor fortaleza y su principal debilidad. El film, estrenado en 1959, sigue siendo un icono del cine épico, un monumento visual al poder de la época romana y a la lucha por la supervivencia. Sin embargo, tras todo el despliegue de arena, sangre y espectáculos, emerge una historia que, si bien es conmovedora, a veces se siente desprovista de la sutileza y profundidad que el tema plantea.

La dirección de Wyler es magistral. Crea una atmósfera inmersiva, dominada por la luz y la sombra, por los vastos espacios y la monumentalidad de las construcciones romanas. Las secuencias de batalla, especialmente las que involucran a los caballos, son impresionantes y, a pesar de su época, aún impactan en la pantalla. La coreografía equina, en particular, es revolucionaria para su tiempo, llevando la acción a un nivel de realismo y dinamismo que pocos filmes de la época habían logrado. Sin embargo, y esto es importante, la dirección se inclina por veces hacia el melodrama excesivo, a un punto que puede resultar abrumador. Wyler, en su búsqueda de la grandiosidad, a veces sacrifica la tensión y el ritmo, haciendo que algunas escenas se alarguen innecesariamente.

La película, por supuesto, cuenta con un reparto estelar. Charlton Heston, en el papel de Ben-Hur, ofrece una actuación poderosa y convincente. Su transformación, desde un joven noble altivo hasta un hombre consumido por la venganza y, finalmente, la redención, está bien construida y transmite la evolución del personaje con solidez. Heston, pese a la tendencia de la época a sobreactuar, consigue mantener una dignidad que hace que su viaje sea creíble. Pero no se puede hablar de ‘Ben-Hur’ sin mencionar a Jack Palance como Poncio Pilato. Palance, con su mirada intensa y su voz grave, le da a Pilato una complejidad sorprendente, alejándose de la imagen estereotipada del gobernante corrupto. Su actuación es el contrapunto perfecto a la imagen de Ben-Hur, exponiendo las dudas morales y el conflicto interno que atormentan al gobernador.

El guion, adaptado de la novela de Lew Wallace, presenta una trama compleja y llena de giros. La película explora temas universales como la venganza, la fe, la justicia, la redención y la lucha entre el bien y el mal. El contraste entre la filosofía estoica de Ben-Hur y la fe cristiana de Jesús de Nazaret, aunque presentada de una manera algo simplificada, es central para la narrativa. Sin embargo, el guion, en algunos momentos, se ve afectado por la necesidad de adaptar la novela al formato cinematográfico, resultando en diálogos a veces torpes y escenas que se sienten forzadas. La película a menudo opta por la exageración y el melodrama, lo que debilita el impacto emocional de algunos momentos clave. La relación entre Ben-Hur y Jesús es, en particular, tratada con cierta superficialidad, alejándose de la profundidad que se podría haber explorado.

En definitiva, ‘Ben-Hur’ es un épico cinematográfico imponente y visualmente deslumbrante, con actuaciones memorables y una banda sonora icónica. Si bien no es una obra maestra de la cinematografía, su impacto cultural es innegable. Es una experiencia cinematográfica que, si se aprecia por su escala y su belleza, puede resultar, a veces, un poco sobrecargada.

Nota: 7/10