“Berlin Alexanderplatz” de Oliver Jakobowsky es, en su esencia, una película colosal, una epopeya urbana que se ha reiniciado con una mirada renovada para el siglo XXI. Adaptando la obra maestra de Günter Grass al Berlín de 2015, la película, lejos de ser una mera réplica, se erige como una resonancia poderosa sobre la desesperación, la soledad y la búsqueda de humanidad en un entorno implacable.
La historia de Francis, el refugiado de treinta años, es el núcleo de la película, aunque el personaje en sí no ocupa el centro de la pantalla en el sentido tradicional. Su existencia se construye a través de las interacciones con un elenco de personajes memorables, cada uno representando un aspecto diferente de la marginalidad y la lucha por la supervivencia. La película se deleita en la multiplicidad de voces, en los fragmentos de conversaciones, en los encuentros fugaces que revelan la complejidad y la crudeza de la vida en las calles de Berlín. No se centra en la narrativa lineal, sino que se adentra en los rincones más oscuros de la ciudad, mostrando la pobreza, la violencia y la indiferencia que acechan bajo la fachada de la metrópolis moderna.
La dirección de Jakobowsky es magistral. Su uso del lenguaje visual es exquisito, creando atmósferas densas y opresivas que reflejan el estado psicológico de los personajes. La cámara se mueve con una libertad sorprendente, capturando tanto los momentos de mayor tensión que el relato exige, como los diálogos más íntimos y reveladores. La película no rehúye la violencia, pero tampoco la instrumentaliza; la muestra como un producto inevitable de las circunstancias y la desesperación.
El elenco es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Devrim Salgar, como Francis, ofrece una actuación absolutamente conmovedora. Su mirada transmite la fragilidad, el miedo y la determinación de un hombre sin papeles, condenado a vivir al margen de la sociedad. Las actuaciones de los demás miembros del reparto, incluyendo a Marthe Keller como la alcaldesa y Lars Eidinger como el corrupto inspector, son igualmente destacadas. Cada personaje, por pequeño que sea su papel, está cuidadosamente construido y dotado de una profundidad psicológica que los convierte en seres reales, con sus fortalezas y sus debilidades.
El guion, adaptado de la novela original, es ambicioso y desafiante. La película no intenta simplificar la historia, sino que se atreve a explorar las contradicciones, las complejidades morales y la ambigüedad inherente a la vida de los marginados. La adaptación logra mantener la esencia del texto original, al tiempo que lo adapta al contexto del siglo XXI, enriqueciendo la historia con nuevas perspectivas y preocupaciones. La película, a pesar de su duración, mantiene una intensidad constante, obligando al espectador a reflexionar sobre la condición humana y las responsabilidades sociales.
Nota: 8.5/10