“Besos robados” es, a mi juicio, una de las joyas más sutiles y dolorosas de Jean-Luc Godard. La película no es un espectáculo grandilocuente, sino un ejercicio de observación clínica sobre la soledad, la desilusión y la búsqueda desesperada de un sentido en la vida de un joven perdido, Antoine Doinel, interpretado magistralmente por Jean-Pierre Léaud. Es una secuela orgánica de "Los cuatrocientos golpes" y "L'amour à vingt ans", sin embargo, no necesita una comprensión profunda de las anteriores para funcionar a su máximo potencial. La película se centra en el infortunio, en la incapacidad de Antoine para conectar con el mundo de una manera significativa. Es un hombre que, a pesar de su deseo de escapar de la monotonía, se encuentra atrapado en un ciclo de desequilibrios emocionales y decisiones autodestructivas.
Godard, como siempre, se erige como un director meticuloso, utilizando una cámara ágil y un ritmo pausado para construir una atmósfera de inquietud. La dirección es precisa y evoca una sensación de desorientación, como si el espectador estuviera caminando junto a Antoine por las calles grises y húmedas de París. La paleta de colores, mayoritariamente apagada y monocromática, intensifica el sentimiento de opresión y aislamiento. Sin embargo, la película se salva gracias al juego de luces y sombras, que reflejan la complejidad emocional del protagonista. La fotografía de Raoul Julia es, en esencia, la musa de la película, capturando la melancolía y la desesperación con una sensibilidad asombrosa.
Las actuaciones son soberbias. Jean-Pierre Léaud, en su momento, era un joven desconocido y ahora, con el paso de los años, se revela con una intensidad innegable. Su interpretación de Antoine es sobrecogedora, ya que transmite una vulnerabilidad conmovedora. Claude Jade, como Christine, aporta una fragilidad y un encanto perdidos que contrastan con la crudeza de Antoine. Delphine Seyrig, en su papel como Fabienne, ofrece una interpretación desafiante y enigmática, contribuyendo a la atmósfera de misterio que impregna la película. Michel Lonsdale, como el señor Tabard, añade una nota de amargura y resignación a la trama.
El guion, escrito por Godard y su esposa Anne-Marie Lehn, es minimalista pero profundamente efectivo. La trama, aparentemente sencilla, explora temas universales como la alienación, el fracaso y la búsqueda de la autenticidad. La narrativa no se centra en la acción, sino en los detalles, en las conversaciones casuales, en las miradas robadas. La película se construye a partir de estos pequeños momentos, que juntos revelan la angustia interna de Antoine. La escena en la zapatería, con el encuentro con Fabienne, es especialmente memorable por su carga emocional y su ambigüedad. No hay respuestas fáciles, sólo la incertidumbre y la percepción de que todo está roto. Es una película que te obliga a reflexionar sobre la condición humana y sobre la dificultad de encontrar un lugar en el mundo.
“Besos robados” es una película que permanece en la memoria mucho después de que los créditos han terminado de rodar. Es una obra maestra del cine francés, un retrato honesto y sin concesiones de la vida de un joven perdido en la búsqueda de su identidad. Una película que, a pesar de su aparente desamparo, llena al espectador de una profunda sensación de empatía y melancolía.
Nota: 9/10