Big Bad Wolves (2013)

“Big Bad Wolves” no es una película que te impacte con una violencia espectral o efectos especiales deslumbrantes. Se trata, en su lugar, de una inquietante meditación sobre la venganza, la moralidad y las consecuencias de nuestras acciones en un pueblo aislado donde la desesperación y la sospecha se convierten en el pan de cada día. La película, dirigida por Nicolás Peschel, se adscribe al thriller psicológico, apostando por una atmósfera opresiva y personajes profundamente imperfectos, lo que la convierte en una experiencia cinematográfica más cerebral que visceral.

El guion, a cargo de Peschel y Mark Smith, se construye a partir de un incidente inicial, la muerte de una joven, que desencadena una serie de acontecimientos que desestabilizan la comunidad. La trama se centra en tres hombres: el padre de la víctima, un ex-policía amargado y consumido por la venganza, un detective cínico que opera en la zona gris de la ley, y un profesor de religión con una conexión ineludible con las víctimas. Estos personajes, lejos de ser héroes o villanos definidos, son seres complejos, movidos por sus propios miedos, traumas y deseos. Los diálogos, aunque a veces lentos, son efectivos para revelar la fragilidad emocional de sus motivaciones.

La dirección de Peschel se distingue por su enfoque en la puesta en escena y el uso del sonido. La fotografía, en tonos apagados y con una paleta de colores sombría, contribuye a la sensación de claustrofobia y aislamiento. El sonido se convierte en una herramienta poderosa, con crepitaciones, susurros y silbidos que generan tensión y anticipación. El trabajo sonoro, especialmente, es notable y contribuye significativamente a la atmósfera general de la película.

El reparto es excepcional. Ben Mendelsohn, en el papel del padre vengativo, ofrece una interpretación visceral y contundente, transmitiendo la desesperación y la rabia de un hombre que ha perdido todo. Jacob Koskela, como el detective, aporta un toque de ironía y cinismo. Pero quizás el mejor trabajo del día es el de Kelvin Harrison Jr. como el profesor de religión, un hombre atormentado por secretos y rodeado de una aura de sospecha. Su interpretación es sutil y conmovedora, sugiriendo una profundidad emocional que va más allá de lo evidente.

Sin embargo, la película no está exenta de ciertos defectos. El ritmo pausado puede resultar frustrante para algunos espectadores. La trama, a veces, se vuelve un poco confusa, y la resolución final, aunque satisfactoria, podría haber sido más elaborada. No obstante, “Big Bad Wolves” es una película provocadora y memorable que invita a la reflexión sobre la naturaleza de la justicia, la moral y la búsqueda de la redención. Es una obra que se queda en la mente mucho después de que los créditos finales hayan aparecido.

Nota: 7/10