“Bigfoot y los Henderson” es una película que, a primera vista, se presenta como una comedia de errores, un cuento de hadas moderno con un toque de terror rural. Sin embargo, tras un examen más detenido, se revela una producción sorprendentemente ambiciosa y, en última instancia, refrescante. La película, dirigida con considerable elegancia por Michael Polish, opta por un tono melancólico y una estética visual que recuerda a las películas de Wes Anderson, creando una atmósfera distintiva y memorable. Desde el principio, la fotografía de Polly Morgan establece un ambiente de belleza agreste, que contrasta sutilmente con la domesticidad de la vida familiar de los Henderson, lo cual es una de las claves para el éxito estético de la película.
Las actuaciones son sobresalientes, especialmente la de Sam Rockwell como Frank Henderson, un hombre desilusionado y con un pasado problemático que busca desesperadamente redimir su vida. Rockwell ofrece una interpretación sutil y conmovedora, mostrando la vulnerabilidad y el conflicto interno de un hombre que, a pesar de sus errores, busca una oportunidad para hacer el bien. Ella Hunt, en el papel de Betty Henderson, aporta una calma y una bondad natural que equilibra la personalidad de Frank. La química entre ambos actores es palpable y crucial para el desarrollo de la trama, generando momentos genuinamente entrañables. Y, por sorprendente que parezca, el Bigfoot, interpretado por Austin Krantz, aporta una presencia inesperadamente realista y, de alguna manera, simpática. Su mirada, su andar… todo contribuye a desmitificar la figura del monstruo.
El guion, escrito por Michael Polish y Robert Pollard, es donde reside la verdadera magia de la película. La trama no se centra únicamente en el encuentro con el Bigfoot, sino que explora temas como la familia, la redención, las expectativas sociales y la búsqueda de la felicidad. La película evita caer en clichés y ofrece una reflexión honesta sobre el significado de la familia y el valor de las pequeñas cosas. Si bien el ritmo es deliberadamente pausado, no se vuelve aburrido gracias a la calidad de la escritura y la capacidad de los actores para transmitir emociones. La película no necesita sustos baratos para mantener la tensión; la amenaza reside en la desintegración familiar y el dilema moral que enfrentan los Henderson.
Sin embargo, es importante mencionar que la película no está exenta de algunos problemas. El desenlace, aunque optimista, puede resultar algo simplista para algunos espectadores. Además, la trama principal se diluye un poco en los últimos minutos, perdiendo un poco del impacto que tenía al principio. No obstante, estos pequeños inconvenientes no empañan la experiencia general, que se presenta como una película original, visualmente atractiva y con un mensaje positivo. “Bigfoot y los Henderson” es una película que te invita a reflexionar sobre lo que realmente importa, a ser más amable y a valorar los lazos familiares. Es un festivo homenaje a las historias de "cuentacuentos" y una reivindicación del cine independiente con una sensibilidad particular.
Nota: 7/10