Biggles, el viajero del tiempo (1986)

“Biggles, el viajero del tiempo” no es una película que rompa esquemas ni ofrezca una experiencia cinematográfica revolucionaria. Es, en cambio, una pequeña joya nostálgica que, con una premisa ligeramente arriesgada, logra tejer una historia de aventuras y lealtad familiar que, a pesar de sus limitaciones técnicas y narrativas, resulta entretenida y evocadora. La película, dirigida por Simon Blacker, se centra en Jim Ferguson (Neil Dickson), un hombre moderno que descubre la existencia de su hermano gemelo, el intrépido piloto inglés Biggles (Alex Hyde-White), en plena Primera Guerra Mundial. La premisa, inspirada en las novelas de William P. Ladd, se basa en un mecanismo temporal que permite a Jim viajar en el tiempo para rescatar a su hermano de situaciones de peligro, creando así un bucle temporal repetitivo y, en ocasiones, claustrofóbico.

La dirección de Blacker, aunque discreta, consigue mantener un tono de época auténtico y un ritmo constante. Se nota el esfuerzo por recrear el ambiente de la guerra y la Inglaterra de principios del siglo XX, con escenarios bien cuidados y un diseño de vestuario que cumplen su función. Sin embargo, la película carece de ambiciones visuales y se ve a menudo relegada a un enfoque convencional, lo que limita su atractivo para el espectador contemporáneo. La paleta de colores es sobria y, en ocasiones, se siente un ligero excesivo de tonos sepia, aunque esto contribuye al efecto general de añañoso.

Las actuaciones son sólidas, especialmente la de Neil Dickson como Jim Ferguson. Su personaje evoluciona a lo largo de la película, mostrándose cada vez más atormentado por la repetición de los eventos y la responsabilidad que asume. Alex Hyde-White, por su parte, encarna a Biggles con la valentía y el carisma propios de un héroe de guerra. La química entre los dos actores es convincente y sirve como motor principal para el desarrollo de la trama. Los secundarios, aunque cumplen su papel, no logran destacar y se ven relegados a personajes secundarios, sin mayor profundidad.

El guion es, sin duda, el punto más débil de la película. La historia, aunque interesante en su planteamiento, se repite de manera casi mecánica, lo que termina por resultar predecible. Si bien la repetición temporal ofrece un potencial para explorar la psicología de los personajes y la complejidad de las decisiones morales, la película no profundiza lo suficiente en estos aspectos. Se echa en falta un mayor desarrollo de las secuencias de acción, que, aunque presentes, se limitan a escenas de combate aéreas convencionales y poco espectaculares. El conflicto moral, que podría haber sido un elemento clave, se presenta de manera superficial. En definitiva, el guion se conforma con una narración lineal y predecible, que no explora el potencial de la premisa de manera completa.

A pesar de sus defectos, “Biggles, el viajero del tiempo” ofrece un entretenimiento ligero y agradable para aquellos que disfrutan de las películas de aventuras históricas y los viajes en el tiempo. Su principal atractivo reside en la atmósfera de época, las actuaciones y la conexión emocional entre los protagonistas. Es una película que no busca la innovación, pero que logra transmitir un mensaje sobre la lealtad familiar y el sacrificio.

Nota: 6/10